Concentrarse o morir

De acuerdo con la legislación vigente en España, si alguien quiere dedicarse como empresario al negocio de la televisión, debe renunciar a la posibilidad de crecer por la vía de la compra, la fusión o la absorción, que son vías naturales de crecimiento en cualquier negocio que no esté tan controlado como éste. Los empresarios de televisión, en efecto, no pueden participar en más de una televisión si ésta emite para todo el territorio nacional y también tienen restringida su participación en canales autonómicos y locales.

La práctica totalidad de países de nuestro entorno tienen establecidas normas que ponen límites a la concentración de poder audiovisual con el objetivo de proteger el pluralismo informativo. El principio común del que parten este tipo de normas es el de que para que exista una opinión pública libre, es decir, para que los ciudadanos puedan extraer sus propias conclusiones sobre los asuntos públicos que les conciernen y en consecuencia, para que puedan decidir acerca de dichos asuntos y de quienes les gobiernan, deben tener acceso a opiniones y fuentes de información plurales. La receta más fácil para conseguirlo, aunque no la más efectiva, es asegurar que nadie pueda controlar más de una cadena. Así, al menos, es como está planteado en el ordenamiento español desde hace dos décadas, es decir, desde que se abrió el abanico de opciones televisivas y pasamos de tener una televisión controlada por el aparato del Estado, a tener varias cadenas propiedad de grupos privados controlados por el aparato de las cuentas de resultados.

Ahora se plantea un cambio en la norma al hilo de la nueva Ley Audiovisual que está preparando el Gobierno y nada podría tener más sentido que acabar de una vez con el anacronismo, la incoherencia y el riesgo que supone la formulación vigente y reemplazar dicha formulación por otra que permita velar de mejor manera, en los tiempos actuales, por el principio de pluralismo en/de los medios. La norma actual es, en efecto, anacrónica, porque ni tiene en cuenta que la televisión se parece cada vez menos a lo que era hace dos décadas en virtud de la multiplicación de soportes, plataformas y formas de presentación y consumo, ni refleja adecuadamente la compleja cadena de valor en que consiste actualmente el fenómeno de la producción, distribución, difusión y consumo de contenidos audiovisuales. Es incoherente porque pretende salvaguardar el pluralismo mediático por la vía de fragmentar la propiedad de los medios, ignorando que da igual que haya cuatro que cuarenta si uno solo, o dos, o tres, son capaces de arrastrar tras de sí a la audiencia de un país. Y representa un riesgo para nuestra industria audiovisual porque, en un mercado tan reducido como éste, la posibilidad de competir disminuye en proporción inversa al crecimiento combinado de globalización + fragmentación. En fin, que al menos en esto, tienen razón José Manuel Lara, accionista de referencia de Antena 3 y el resto de televisiones agrupadas en UTECA, de cuya reclamación a favor de la eliminación de las trabas actuales a la participación cruzada entre cadenas se ha hecho eco El Confidencial Digital.

La Comisión Europea, en algunos de sus documentos de trabajo sobre concentración empresarial en los medios informativos, advierte expresamente que el pluralismo en la propiedad es importante y necesario, pero no es condición suficiente para asegurar el pluralismo de los medios. Y aún va más allá al afirmar que la concentración en sí no es necesariamente mala e incluso, en mercados de dimensiones reducidas, dicha concentración puede ser imprescindible para la viabilidad de los medios de comunicación de dicho país, siempre y cuando se acompañe de otro tipo de medidas encaminadas, por ejemplo, a promover y garantizar el pluralismo interno en dichos medios.

Es muy posible que la solicitud de los empresarios de televisión en favor de la liberalización de la propiedad de las televisiones se apoye más en necesidades de supervivencia y competencia que en un propósito sincero de defender el pluralismo informativo, mediático y social. Pero, al menos hasta donde se me alcanza a comprender, parece difícil que pueda darse lo uno sin lo otro.

 
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