Delincuentes en el fútbol

            Se sigue hablando, y se hablará mucho más, del fallecimiento de un ultra del Depor, el pasado domingo. Tenemos la obligación de que no quede en un debate circunstancial, por doloroso que sea, sino en “un antes y un después” para llamar las cosas por su nombre y poner en marcha medidas preventivas que eviten hechos semejantes. Muchos de los que participaron en la pelea multitudinaria tienen antecedentes penales.

            Lejos de mí decir que es fácil resolver el problema. Sobre todo, porque viene de hace años. Pero hay que abordarlo con valentía, sin parches coyunturales mientras dura el dolor.

            Es un hecho muy grave, pero no aislado. Los insultos en los campos, el racismo, ciertas pancartas, no deben admitirse: hay medidas imprescindibles  de los clubs y, también, por parte de la policía, pues es un caldo de cultivo pernicioso y muy grave.

            Como suele suceder, se argumenta desde el Ministerio del Interior que no había comunicación oficial de la concentración. Si esperásemos a que hubiese comunicaciones oficiales, nadie actuaría, y son muchos los que deben actuar. Una vez más, se achaca a la “comunicación” la responsabilidad o falta de responsabilidad, cuando en realidad hay una tolerancia constante hacia conductas violentas con la excusa del fútbol, se consiente que los delincuentes asusten – a los propios presidentes de los equipos de fútbol- y sigan con su actividad.

            Tal como ha señalado uno de los ultras de la concentración, “se pactó que era una pelea a mano abierta, y era para dar una lección, no para matar a nadie”. Pero muchos no respetaron las reglas y llevaron barras, palos, sillas y navajas. Es una salvajada.

            Hablamos de delincuentes, y no se puede atribuir a los clubs de fútbol la única y máxima responsabilidad, pues es dejarlo en manos del presidente de turno.

            Francisco-Javier,  que murió el pasado domingo en Madrid por la pelea entre los ultras de diversos equipos de fútbol – no sólo del Atlético de Madrid o del Deportivo de La Coruña – ayer hubiera celebrado su santo: en cambio,  lo que se ha producido es su funeral.  Este hombre de 43 años falleció por los golpes recibidos y estuvo media hora en el río Manzanares hasta que lo rescataron.

 No sirven las explicaciones en clave política de los que se golpearon ni sirve el fútbol como excusa. Una tragedia que empaña a todos, porque,  si estos hechos se producen, si “la sangre llega al río” – en sentido estricto en este caso-, es porque no se actúa con decisión previamente.

            Ha hecho falta que un hombre muera, que hubiera 21 detenidos – ahora en libertad con cargos-, para que nos replanteemos cuestiones que deberían estar resueltas adecuadamente hace tiempo, como sucede en otros países.   Cuando se concentran para pelear tantas personas, llevando barras de hierro, palos y navajas, fallan muchas cosas.

 

            Si se llega a una concentración para pelear como la del domingo, todos los clubs de fútbol han de examinar cómo erradican de sus estadios y de sus peñas a quienes no muestran un mínimo de civismo.

            Un aficionado lanzó el domingo en Mestalla una botella a Messi, después de que marcara el Barcelona. Ya van siendo hechos que denotan un clima, no sólo de unos pocos violentos. ¿Y cómo es posible que ante  una pelea multitudinaria, con bengalas, no acudiese la policía con más rapidez, en pleno Madrid? Clubs, aficionados, policía y jueces han de analizar qué falla y qué remedios hay que poner con más eficacia.

            También en los medios de comunicación hemos de revisar cómo planteamos esta violencia, para que informaciones y comentarios ayuden a erradicar esta delincuencia y falta de civismo. Todos estamos implicados, y la mayoría de aficionados al fútbol que son cívicos también deben colaborar, si es preciso denunciando, protestando a la junta directiva del club, avisando a la policía o cualquier medida que ayude. Demasiadas omisiones por parte de muchos, ahora que lamentamos una muerte.

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