Que Dios nos mida confesados

De nuevo los eternos segundos se organizan para tratar de demostrar que los eternos primeros realmente no lo son. Que todo es una farsa. Y parece que esta vez pocos podrán negar la evidencia. Los documentos ofrecidos por el equipo de José Antonio Abellán no dejan lugar a dudas: existen claras irregularidades en el método empleado para llevar a cabo el Estudio General de Medios. La noticia, que probablemente será interceptada y silenciada en menos que canta un gallo —y ya sabemos lo temprano que cantan en las redacciones españolas-, es un auténtico bombazo. Un “bombazo mix”, además. Porque no sólo salpica, por ejemplo, a las radios generalistas, sino que impregna de dudas el sector de las radios musicales, deportivas, culturales, económicas... Todo aquel que figura en los resultados del EGM puede notar en el cogote el aliento de la duda. Y lo que es más grave, los anunciantes —verdadera razón de SER y de ser del EGM- pueden sentirse también engañados. A pesar de que tradicionalmente, desde determinados medios de comunicación, se ha hablado de “manipulación”, “manejo de datos” y “oscuras intenciones” a la hora de calificar los resultados de cada oleada del EGM, Abellán, máximo responsable de la investigación que ha desnudado la trama de este estudio, lo resume todo en una palabra, tal vez más dolorosa aún para la AIMC: “chapuza”. Hay en España un grupo de comunicación, tal vez “fácilmente reconocible”, que presume de ganar todas sus batallas. Que desde hace años alardea de tener el poder en todos los campos de la comunicación. Este grupo, entre otras cosas, se ha mantenido como líder perpetuo -hasta hacernos dudar de la pluralidad informativa española-, gracias a los resultados que ha venido ofreciendo el EGM en los últimos años. Como es razonable, los anunciantes engrosan las arcas y consolidan el liderazgo de los proyectos de comunicación líderes de audiencia en España, comprando gran cantidad de espacios publicitarios en estos medios. De esta manera los medios económicos de la Cadena SER, El País o Los 40 Principales son muy superiores a los de Onda Cero, El Mundo o Cadena 100. Y en cada oleada del EGM la historia sigue, y los supuestos líderes de audiencia cada vez lo son más. La investigación de Abellán puede marcar un antes y un después en el panorama de medios españoles. Siempre y cuando los medios más zarandeados por el EGM sepan organizarse y exigir un método de medición de audiencias más riguroso para todos. El problema no es que haya una emisora de radio con millones de oyentes y otra con muy pocos. El problema ni siquiera es que un determinado grupo de comunicación disponga de más medios que otro. Lo trágico en el panorama informativo español es la forma en que hemos llegado a esas diferencias. Luchar en igualdad de condiciones implica, al menos, jugar limpio. Jugar sucio es comprar -en una operación de dudosa legalidad- la emisora de radio líder para cerrarla. Jugar sucio es defender un estudio de audiencias que es una “chapuza” reconocida y probada. Jugar sucio es defender la rentabilidad económica de un proyecto a cualquier precio, aunque sea a costa de la libertad informativa de los españoles. Jugar sucio o, mejor dicho, jugar mal, es hacernos creer que una encuesta eterna en la que se pregunta al encuestado sobre sus hábitos de compra de electrodomésticos, sus costumbres de limpieza, y mil cosas más pueda ofrecer datos fiables sobre qué emisora de radio prefiere. ¿Es creíble el EGM si, como dice la investigación de Abellán, se confirma que hasta personas que ni siquiera hablan castellano son contratadas para realizar estas encuestas? Naturalmente, cabe la posibilidad de que los resultados finales reales sean similares a los que ofrece el EGM, pero nadie puede dudar de que en estas circunstancias no podemos considerarlo un estudio riguroso. Impulsar un EGM objetivo es impulsar la libertad y pluralidad informativa. Y eso es una tarea que debe interesarnos a todos, incluso a quienes se benefician de los resultados del actual EGM. Incluso a quienes tienen el poder.

 
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