Donald Fagen, de Manhattan a Florida

Seguramente Donald Fagen sea el mejor pero esto casi nadie se lo cree y por lo tanto no hemos de insistir. Ha publicado tres discos en tres décadas. El año pasado publicó el último, Morph the cat y, en cierta manera, comentarlo un año después todavía pasa por reacción de agilidad. Uno también se toma su tiempo y aún tardaré mucho en escucharlo. En este año, de cuando en cuando, he cogido el disco y lo he mirado con desconfianza, y a su vez el disco me ha mirado con escepticismo. Alguna vez, he puesto en el lector la primera canción, que por suerte se llama Morph the cat y seguramente sea importante, significativa, en el conjunto. Se trata de un felino gigantesco pero benigno que toma Manhattan y cuyo sobrevuelo despierta la alegría aquí y allá, a los tenderos chinos, a las supermodelos al sol de Central Park. De todos modos, hay quien ha visto en el gato Morph un trasunto de la administración de Bush. A Fagen le queda también un maullido quejumbroso donde hubo una voz nasal. En la portada del disco, un horror que sólo puede ser intencionado, aparece Fagen con aspecto de salir de una clínica de rehabilitación. Da la sensación de tener una tormenta de caspa sobre el traje negro. Hagan lo que hagan, aunque se dediquen a la alfarería creativa o a pintar al óleo, los rockeros envejecen siempre mal. Para ser más justos, hay que decir que Fagen ha hecho algún disco más para resucitar a Steely Dan, grupo de fama intelectualoide y secreta y pese a todo dotado de viveza y de humor y de swing.

En los años noventa -1993-, Fagen publicó Kamakiriad. Es un disco de excepción aunque de pervivencia más bien discreta. Aquí, Fagen hace un viaje interestelar a bordo de un coche completamente equipado –cuenta con huerta biopónica- y se detiene en salones de té en galaxias distantes, ve a su padre recogiendo rastrojos, se encuentra con mujeres fascinantes a las que prepara café descafeinado. Tomorrow’s girls es una de las mejores canciones, con mujeres de otro planeta que aterrizan en las playas de Jersey y generan todo tipo de intranquilidades en la gente normal que hace barbacoas de domingo y se despide con un beso de los niños antes de ir a trabajar. En las canciones de Donald Fagen salen siempre muy bien paradas las mujeres: en Florida Room ‘she’s dressed too warm for this latitude’ y en Almost gothic ella resulta tener ojos color de arándano. Janie Runaway hace interesante el tráfico y pasa su cumpleaños en España. El primo Dupree, por su parte, se pone harto nervioso al observar a su prima en ‘those little tops and tight capris’. Muy neoyorquino, parece que los planes de conquista de Fagen siempre  pasan por comprar comida en Dean and Deluca. Hace un par de años le vi salir de ahí, como en una de sus canciones. Con la edad –Fagen debe de andar por los sesenta-, ha empezado a cantar realidades acerbas como la muerte o el divorcio. En ‘Things I miss the most’ da el retrato moral de quien echa de menos el Audi TT, las sartenes de cobre y el sillón Eames aunque en realidad a quien echa de menos es a su mujer.

The Nightfly, de 1982, le asegurará a Fagen la perennidad de la fama, calles a su nombre, una supervivencia ejemplar. Lester the Nightfly es un locutor radiofónico nocturno que emite desde Baton Rouge ‘with jazz and conversation’. Como nadie le escucha, le da rienda al corazón y sucede que tiene ‘plenty of java and Chesterfield Kings’ pero está a punto de llorar pese a los consuelos de la música. The Nightfly es la recreación del futuro a los ojos de un niño crecido en el optimismo científico de los años cincuenta: en New Frontier se organiza una party en el búnker de casa y ahí está la chica rubia que lleva Ambush y un peinado a la francesa mientras él sueña con crecer y estudiar diseño siempre que pueda eludirse el miedo nuclear. IGY, International Geophysical Year, está entre las canciones más aireadas de The Nightfly y nos habla de un futuro donde un tren subterráneo unirá París y Nueva York en noventa minutos, cuando el mundo sea regido por máquinas dotadas de bondad. Pese a todo, The Goodbye look, con ritmo de calypso, resume lo mejor de Donald Fagen: una isla tropical, un golpe de estado, un tipo con zapatos bicolores, ‘action after dark’ y grandes fiestas en el casino de al lado de la playa. De Manhattan a los trópicos, Donald Fagen mezcla como nadie la perfección y la sensualidad, siempre con algo que contar. Es por algo que sus discos se usan para probar los equipos de high-fidelity. En la portada de The Nightfly es él mismo quien aparece en la soledad de un estudio radiofónico, con la camisa de Brooks Brothers y el paquete de Chesterfield Kings.

 
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