ETA, medio siglo de terror

Este viernes 31 se cumplen 50 años del nacimiento de la banda terrorista más sangrienta de este país. Medio siglo de atentados, cruentos asesinatos, familias rotas física y psicológicamente y circenses negociaciones. Todas ellas, por supuesto, frustradas.

Allá por 1959, la media docena de fundadores de ETA vieron que el legado de Sabino de Arana Goiri no era suficiente y Euskadi se estaba llenando de ‘maketos’, el euskera esta retrocediendo y el fascismo continuaba con su camino imparable. Los seis iluminados llegaron a la conclusión de que sólo la lucha armada llevaría a la independencia del País Vasco. Había que aplicar categóricamente la fuerza de las armas para sacar al pueblo de la opresión a la que estaba sometido. Quedaban así perfiladas las líneas maestras de lo que será la estrategia de ETA durante las próximas cuatro décadas.

Nueve años después, en 1968, tiene lugar el primer atentado mortal: el tiroteo a quemarropa del guardia civil José Ángel Pardines en Villabona. Desde ese día hasta el atentado con bomba lapa contra Eduardo Puelles, ETA ha quitado la vida a más de 900 personas (200 pistoleros han sido ‘víctimas de la violencia), con atentados indiscriminados como el del Hipercor de Barcelona o el secuestro durante más de 500 días del funcionario de prisiones José Antonio Ortega Lara.

La historia de ETA es la historia de la crueldad, de la sangre y de la incoherencia. Ahora, cincuenta años después de su fundación, muchos analistas, la mayoría de ellos pro gubernamentales, coinciden en destacar que ETA está muerta y que está escribiendo sus últimas páginas.

Pero mucho ojo: es imposible ponerle fecha de caducidad a esta banda de criminales. Dicen que ETA está débil, que los terroristas son pocos… simplemente, ETA está. Es cierto que los años más sangrientos quedan lejos, pero la banda puede y va a matar. Eso siempre hay que tenerlo en cuenta y, mientras sigan apostando por la violencia, todos somos objetivos de los terroristas.

Lo que nos queda es, por tanto, insistir en el frente policial. Los profesionales que trabajan en los servicios de Información, y esto lo digo con conocimiento de causa, se merecen la más amplia felicitación de la sociedad. Gracias a su trabajo (duro, sin horarios e impagable), los terroristas ya no causan tanto dolor como en los ochenta.

ETA puede seguir existiendo los años que quiera, pero la ciudadanía y la policía conseguirá tarde o temprano doblegar el pulso a los asesinos.

Cada vez son menos los que ven en la violencia un medio para conseguir sus fines. Con su brazo político asfixiado, sus presos divididos y sus ‘comandos’ prácticamente inoperativos, ETA sólo tiene un fin: dejarse morir por implosión, es decir, estallando desde fuera hacia dentro.

La pregunta es: ¿Cuándo podremos pasear en paz en el País Vasco?

 
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