Elecciones en Alemania: todos esperan más claridad

El virtual empate electoral en Alemania, y la incógnita que rodea la ulterior política de este país, preocupan hoy a mucha gente. El futuro de la UE, por ejemplo, depende en gran medida de quién se encargue de formar Gabinete: la dirigente de la Unión Cristianodemócrata, Angela Merkel, o el canciller Gerhard Schroeder. La alianza entre París y Berlín ha sido hasta la fecha uno de los factores determinantes dentro de la Unión Europea, pero Merkel tiene una clara orientación proatlántica y, en caso de que alcance la presidencia del Gobierno, habrá un acercamiento a Washington y se irá debilitando la presión sobre los miembros noveles de la UE. Por otro lado, independientemente de cómo se configure el puzle negro-amarillo-rojo-verde, esta coalición sofisticada y controvertida tendrá muy poca estabilidad y eficiencia. A la primera conmoción política fuerte, el mosaico acabará por desintegrarse. Cualquiera de las coaliciones factibles a día de hoy resulta insatisfactoria prácticamente para la mitad de la población, lo cual significa que el Gobierno actuará con las manos atadas. De quién sea canciller de Alemania dependerá también en grado considerable el nivel de las relaciones germano-rusas, por no hablar del futuro de varios proyectos económicos bilaterales. Sabido es que la amistad personal entre Putin y Schroeder ha sido en gran medida la fuerza motriz para el acercamiento de ambos países tanto en el plano económico como en el político. No es casual que Moscú, debido a las estrechas relaciones existentes entre Rusia y Alemania, haya expresado su firme respaldo a la postura de Berlín a la hora de discutir la reforma de la ONU y su candidatura al Consejo de Seguridad. En general, es bastante curioso ver cómo va oscilando el péndulo de la relación ruso-alemana a lo largo de la Historia. La confrontación de Rusia y Alemania —no hay que olvidar que estuvieron en bandos opuestos en las dos guerras mundiales-, siempre se siguió de un notable acercamiento recíproco en los tiempos de paz. Podríamos afirmar incluso que, en su momento, Rusia hizo todo lo posible para que la Prusia debilitada se transformase en una Alemania fuerte. Bismarck, quien había sido embajador prusiano en Rusia durante muchos años, juraba que jamás se opondría a los intereses rusos; lo cual, por cierto, no le impidió tramar contra Rusia intrigas activas y bastante exitosas cuando el contexto histórico cambió. El zar Nicolás II y el káiser Guillermo también mantuvieron una especie de amistad familiar hasta el inicio de la Primera Guerra Mundial. Incluso después de la Revolución rusa de Octubre de 1917, Moscú y Berlín restablecieron vínculos de cooperación; al volver a Rusia después del exilio, Lenin traía no sólo la idea de la revolución mundial sino también un profundo sentimiento de reverencia hacia el espíritu prusiano. La cooperación de los años posteriores entre la Rusia de los Sóviets y Alemania obedecía tanto a los resultados de la Primera Guerra Mundial, nefastos para Moscú y Berlín -que se apoyaban mutuamente para recuperarse-, como a la convicción de los líderes bolcheviques de que la fuente alemana era la más provechosa de cuantas había en Occidente. Esa preferencia era muy visible para mucha gente. Raymond Robbins, representante de Cruz Roja Internacional y primer norteamericano que se puso en contacto con los bolcheviques después de la Revolución de Octubre, hizo en su diario la siguiente anotación acerca de Lenin y Trotsky: "Curiosa influencia teutona". No había miedo de que la fuente alemana resultase venenosa. Tampoco parecía incomodar a los bolcheviques el hecho de que el "brebaje" tuviera un componente marcadamente imperialista. Las recomendaciones de seguir el ejemplo de los alemanes eran muy recurrentes en el discurso del líder soviético. La sugerencia más reiterada era: "¡Aprended de los alemanes su disciplina, pues de lo contrario somos un pueblo perdido que va a permanecer postrado siempre en la condición de esclavo!". Sin cuestionar, en principio, las ventajas de la disciplina sobre el caos, quisiera llamar la atención sobre una cosa: el Ordnung, el proverbial orden alemán tan venerado por Lenin, no es en absoluto un sinónimo de libertad ni tampoco una vacuna universal contra la esclavitud. Me permitiría recordar, al menos, que la eterna propensión de los alemanes al Ordnung ayudó a Hitler primero a conquistar el poder y estrangular a la oposición, después a modernizar y militarizar Alemania y, por último, a implantar disciplinadamente el nazismo, o sea, la esclavitud, en el resto de Europa. No me atrevería a juzgar si ha sido por una coincidencia, o por la influencia directa que la pócima alemana ejercía sobre el organismo ruso, pero la verdad es que en la Unión Soviética sucedían cosas bastante parecidas: se movían bajo banderas ideológicamente diferentes pero con una metodología muy similar. Mientras Lenin estuvo vivo, el terror rojo aún era inconsecuente, apasionado y revolucionariamente caótico, es decir, tenía rasgos más rusos, pero con Stalin fue superando el elemento de anarquía y caos hasta adquirir las características propias de un sistema estricto, económicamente organizado y ordenado, a la manera completamente prusiana. La nueva Rusia y la nueva Alemania, que ya no tienen nada que ver con Stalin ni con Hitler, volvieron a una relación íntima después de la caída del imperio soviético. Es precisamente en Berlín donde Rusia, debilitada por las conmociones internas, encontró con frecuencia el apoyo necesario, primero en la persona de Kohl y luego en la de Schroeder. Creo que hasta Angela Merkel, si consigue ocupar el puesto de canciller, va a continuar esta línea general de acercamiento con Rusia. Tal vez no será una relación tan estrecha como la precedente pero son la Historia misma y los contactos económicos ya existentes entre Alemania y Rusia los que imponen esta lógica de cooperación. Y si durante el régimen anterior era la amistad personal entre Putin y Schroeder lo que beneficiaba al negocio ruso-alemán, ahora podría ser al revés: que el negocio beneficie a la política. Lo que al fin y al cabo parece mucho más seguro.

 
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