La Eurovisión del ‘Top Gasolinera’

Ganar el Festival de Eurovisión con Moratinos de Ministro de Exteriores y Zapatero de Presidente del Gobierno resulta más complicado que armar un mueble de Ikea, que diría José Luis Moro. Porque creo que algunos de ustedes ya conocen mi teoría sobre que en el festival europeo de la canción hortera la música es lo de menos. La política y las buenas influencias se encargan de casi todo. Y este año nuestra diplomacia va especialmente bien, pero con países poco democráticos que no son nada proclives a participar en festivales como Eurovisión, suponiendo que pudieran hacerlo. Al hilo del festival, he leído esta mañana una noticia que, al parecer, no es oficial, pero todo el mundo conoce. La noticia es doble. Por un lado, que Caffarel ha tenido por primera vez una buena idea en TVE. Por otro lado, que Las Ketchup se encargarán de representarnos este año en el famoso festival. Vayamos por partes, que diría Fredy Kruger. La buena idea de Caffarel ha sido suprimir esa terrible costumbre que comenzó con Operación Triunfo: este año el representante de Eurovisión no se definirá a través de un programa televisivo. Desde Rosa de España hasta Son de Sol, los representantes españoles han sido seleccionados con los votos de los telespectadores en programas especiales de TVE. La única buena consecuencia de esto la vivimos precisamente el pasado año: el discutible buen gusto de la masa capaz de gastar dinero en votar en un programa de televisión nos libró de que la representación española recayera en Las Supremas de Móstoles y su repugnante hit “Eres un enfermo (del cibersexo)”. Esto de que Las Ketchup acudan a Eurovisión años después del “Aserejé” es muy llamativo. Creer que estas chicas van a realizar una canción que alcance mayor popularidad que el famoso éxito internacional que las catapultó a la fama pasajera, es como confiar en que Los Del Río conseguirán hacer algo con mayor repercusión que “Macarena”. Se convertirían en la excepción que confirma la regla. De todas formas, no podemos puntuar aún una canción que no conocemos. De momento, Las Ketchup cuentan con todas mis simpatías este año por el mero hecho de no haber sido seleccionadas por un programa televisivo. Mientras esperamos que TVE confirme al grupo oficialmente, como representantes españolas de Eurovisión 2006, podemos ir aprovechando para poner los pies en el suelo. Lo bueno de Europa es que es el único continente del mundo donde sistemáticamente los países tratan de copiar todos los errores de sus vecinos. Tradicionalmente, el mal gusto se extiende aquí más rápido que la gripe del pollo. Y por eso, en la actualidad, ya son varios los países que organizan programas similares a OT para seleccionar a sus candidatos a Eurovisión. Quizá el arma que tanto enseñamos con orgullo a Europa en su primera edición, se vuelva contra quienes tratan de clonarla. Un año más, a la hora de hablar de Eurovisión, aprovecho para reclamar que alguien acabe pronto con este festival europeo. Es un lastre terriblemente duro de llevar, que diría Carlos Goñi. Año tras año sufrimos la pasión por lo hortera y el contrasentido de que un festival de la canción deje al margen los productos realmente valorados por la crítica internacional. No acude Amaral a Eurovisión. En realidad, ningún país envía a sus superventas a este festival. Parece que en la UER, cada país envía a la guerra de los “ten points” lo mejor de lo peor. Estamos a tiempo de crear un verdadero Festival de la Canción. Tal vez algún día las privadas europeas nos den una alegría y se organice un verdadero concurso de música pop, la más consumida en las tiendas de nuestro continente. El Top Gasolinera siempre ha estado más cerca de Eurovisión y además no es representativo. Lo que más se vende en las tiendas de música en España no son los remixes de Camela sino los discos de Amaral, Manolo García o El Canto del Loco. ¿Se los imaginan en Eurovisión? Yo no. Tal vez hayamos encontrado el problema en la última línea.

 
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