Faramalla pedagógica

Hace unos meses, publiqué en esta misma tribuna un artículo dedicado a la glosa de varias ponencias muy instructivas que integraban uno de los seminarios de obligada asistencia para la obtención del Certificado de Aptitud Pedagógica. Por entonces no había leído aún los tres manuales que completaban la formación del alumno para la prueba teórica. Ahora que ya lo he hecho, les ofrezco a modo de muestra un texto con términos que he ido espigando de sus páginas (permítanme que omita cualquier referencia a los títulos, a los autores y al organismo editor, pues no firmo bajo seudónimo, y el examen se celebra este sábado).

Vayan por delante dos precisiones. La primera, que nunca es bueno generalizar, como sabiamente me amonestó al leer aquel artículo un lector dedicado laboralmente a la pedagogía. En efecto, hay profesionales muy dignos y muy serios en esta como en cualquier otra disciplina, a los que pido disculpas por una caricatura en la que, como es lógico, no se sienten reflejados. La segunda, que la densidad de mamarrachadas léxicas y conceptuales se debe a la destilación de elementos tomados de aquí y de allá –eso sí, todos reales–, porque no habría nadie que soportara un párrafo de esta laya:  

  

«Frente al indiferentismo del sistema educativo que dicotomiza y rigidifica la ínter influencia de las normas sociales introyectadas y que conduce a la generabilidad de disrupción y de actitudes exclusoras debido a una desvalorización de los contenidos actitudinales, los intelectuales transformativos, reconceptualistas del currículum, han diligenciado una concientización de la pluridimensionalidad de la educación problematizadora, que viabiliza procesualmente la inventividad mediante estrategias atencionales y patentiza que la empleabilidad termina por complejificarse, al no estar determinada por conductas sexo-estereotipadas.»

Creo que los principios inspiradores de este tipo de pedagogos son los mismos que los de Juan de Mairena. Ya saben, aquél que nunca hubiera dicho «los eventos consuetudinarios que acontecen en la rúa», sino «lo que pasa en la calle». Pero si me consideran un falsario por haber inventado a propósito un texto avieso con retales, aquí les transcribo, palabra por palabra y con total fidelidad a sus peculiaridades morfosintácticas y de puntuación, otro bien auténtico que no tiene desperdicio. Habla de la figura de Paulo Freire, autor brasileño que puede incluirse entre los intelectuales transformativos mencionados arriba:

«Para él, las mujeres y los hombres son seres históricos, precisamente porque mucho más que adaptarnos simplemente al mundo, nos hacemos capaces de hacer la propia historia, y así nos rehacemos. En el mundo históricamente aprendemos a hacer historia, y al aprender a hacer historia y al hacerla aprendemos lo que hicimos, terminamos descubriendo que al hacer historia nos hacemos, y en ese hacernos lo que pasa es que no es posible hacer historia y en ella rehacemos sin sueño y sin utopía.» Qué grande, Antonio Ozores...

 
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