Un Gobierno escaparate

Como una cosa es predicar y otra dar trigo habrá que poner un mínimo de sordina a los entusiasmos que, en ciertos sectores, ha despertado el gobierno de Pedro Sánchez, basados (los entusiasmos) en las magníficas trayectorias profesionales de la mayoría de los ministros y ministras y en la probada solvencia política y 'ministerial' de unos pocos (léase Borrell o Robles)

La trayectoria profesional, notable e incluso brillante, no es garantía de una gestión plausible administrativa y política, al frente de un ministerio. Se puede ser un magnífico ingeniero de caminos -es un suponer- y no desempeñar ni siquiera medianamente un ministerio como el de Fomento; o un sobresaliente economista -otro suponer- y no tener las suficientes habilidades para sacar adelente la cartera de Hacienda. Además, si el currículum profesional de un ministrable es el baremo para nombrarle ministro, habría que colocar a cada uno en la cartera correspondiente a la rama de su actividad, cosa que tampoco ocurre en algunos de los casos del gobierno del Partido Socialista.

No es que el gobierno de Sánchez esté en el escaparate, cosa por otra parte normal, es que se trata de un Gobierno escaparate. Es un Gobierno para quedar bien, para preparar las próximas elecciones -incluidas las municipales y las autonómicas- y para hacer una demostración de madurez y de aplomo político que garanticen una gestión eficaz y una mínima coherencia a prueba de 84 escaños.

Un Gobierno escaparate para apaciguar a las periferias del PSOE. Un Gobierno escaparate -lejos del presagiado 'frente popular'- que tranquilice a amplios sectores de la sociedad. Un Gobierno escaparate para hacer cucamonas a Europa, para sosegar banqueros y para serenar las bolsas. Un Gobierno con corbata -vuelve la corbata a pesar de mayoría femenina- que a medida que pise la realidad de cada despacho, tendrá que abdicar de muchas teorías, de muchos 'twits' y hasta de algunos planteamientos ideológicos.

Mucho va a tener que remar Pedro Sánchez para desvanecer la sensación de que estamos ante un Gobierno falto de cohesión -con notables profesionales de aquí y de allá- pero pergeñado para 'dar el pego', para hacer algo vistoso y confeccionado deprisa y corriendo.

Un Gobierno electoralista que no se plantea una convocatoria de elecciones más o menos próxima. Un Gobierno populista -de atención a los niños, a los jubilados, dialogante y 'escuchador', ecologista, transparente, periférico, muy de redes sociales y muy de la calle- pero sin populistas.

Un Gobierno que, aunque no haya llegado al poder por los cauces más deseables y, pese a lo que afirman algunos, es perfectamente legítimo, pero al que convendría, como en el concurso de misses de Estados Unidos, juzgar más por el interior de su futura trayectoria, que por la fachada del escaparate

Parece como si alguien hubiera llevado a alguien de la mano hasta el recién estrenado despacho en La Moncloa y hubiera dicho aquello tan manido de: 'aquí un presidente del Gobierno, aquí un posible ministro' y que pase el siguiente.

Ni más ni menos que el gobierno de Pedro Sánchez.

 
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