El Gran Diputado

Cuatro años, trescientos cincuenta participantes, un micrófono para cada uno, cincuenta cámaras, un Congreso, un solo ganador y un gran premio, La Moncloa. Comienza la vida política en directo… Éste podría ser el inicio de un reality-show basado en el día a día de la política española. Nuestros queridos políticos podrían asombrarnos con los mismos o con mejores escándalos que los concursantes de Gran Hermano. El Congreso de los Diputados se convierte frecuentemente en un singular circo y sus señorías abren la fabulosa pista central al más grotesco de los espectáculos. Discusiones, enfrentamientos, insultos, pancartas, chistes, ironías, ausencias, desplantes y un largo etcétera están a la orden del día. Todo un show que luego es mostrado por los informativos de todas las cadenas. La televisión es un medio enfocado claramente hacia el negocio del entretenimiento. Y como no podía ser de otra forma, la información no escapa a esta tendencia. Es evidente que los informativos, además de pretender informar, procuran entretener y enganchar a la audiencia. Como prueba, no tienen más que ver los titulares de estos programas. Las imágenes más impactantes o las declaraciones más polémicas suelen abrir los espacios de noticias. Este fenómeno se conoce como infoentretenimiento o infotainment y, como la propia palabra indica, procede de combinar la información con el entretenimiento. Sin duda, la actividad política es una excelente fuente de contenidos para esta televisión del espectáculo. Por ejemplo, las materias primas con las que trabaja el programa de Tele 5 Pecado original son la política y sus protagonistas, ridiculizados hasta ser convertidos en auténticas caricaturas —especialmente, si son de un determinado PPartido-. Y qué decir de Las noticias del guiñol de Canal +, donde los políticos son literalmente transformados en marionetas, o de los desaparecidos El informal y Caiga quien caiga —programa que, como adelantó este confidencial, volverá a Tele 5 el próximo año-. Las cifras de audiencia avalan la teoría de que la política es una mina de oro para las cadenas de televisión. Es un contenido rentable. La información política es barata. ¡Qué político no está dispuesto a largar del oponente! Les encanta ponerse delante de una cámara y soltar víboras al hablar de sus adversarios. Y si además esa información es empleada en los programas de entretenimiento con creatividad y humor — sin olvidar la responsabilidad -, suele aportar unos buenos datos de audiencia. Un caso excepcional, pero que sirve para ilustrar lo mencionado, es la comparecencia del ex-presidente del Gobierno, José María Aznar, en la comisión de investigación del 11-M el pasado lunes. Fue emitida en directo por la segunda cadena de TVE. A pesar de que duró once horas, La 2 consiguió mantener una media superior a un millón trescientos mil telespectadores y una cuota de pantalla del 18,4%, con lo que alcanzó su mejor registro de la temporada. Unos resultados muy buenos si los comparamos con su media de share diaria, que suele rondar el 6%. Seguro que ZP también consigue un buen resultado de audiencia en su comparecencia. Otro caso similar tuvo lugar en el verano del año 2003. La comisión de la Asamblea de Madrid que investigaba el caso de los tránsfugas socialistas fue televisada en directo por el canal autonómico. El día en que compareció Eduardo Tamayo, Telemadrid lideró el ranking de audiencias con un 21,9% de cuota de pantalla y obtuvo picos cercanos al 40%. La política y los reality-shows interesan y, aparentemente, tienen éxito. ¡Mezclémoslos! Imagínense un programa que resuma con humor las batallas del Congreso y que cree una historia con un hilo argumental. Un seguimiento especial al político protagonista de turno, unas declaraciones del contrario, un buen equipo de documentación para descubrir sus contradicciones… ¡No haga zapping! ¡Suelte el mando! Que ya aparece en la pantalla Milá, Lorenzo Milá, y comienza el “Gran Diputado”.

 
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