Hoy como ayer: destruir al disidente

En marzo de 1998, Antonio Herrero comparó a Rosa Conde, ex portavoz del gobierno de Felipe González, con Mónica Lewinsky. Fue un comentario de broma, lanzado en directo en su programa “La Mañana” de la Cope. Al término del mismo y en los días siguientes, el añorado locutor pidió disculpas en reiteradas ocasiones. Pero ya no servía de nada. Desde Ferraz se había dado la orden de lanzar el ataque definitivo. Y desde La Moncloa nadie iba a defenderlo, porque a Aznar tampoco le hacía gracia que Antonio Herrero no engrosara el grupo de palmeros de su Gobierno. El aparato mediático socialista al completo, con la ayuda de algunos medios de la derecha, pidió al unísono el cese del locutor y el cierre de la emisora. Además, el PSOE prohibió a todos sus miembros la participación en el programa “La Mañana” de la Cope.

En realidad, la ofensiva contra Antonio Herrero ya se estaba gestando años atrás, cuando se convirtió en el líder indiscutible de la mañana, cometiendo el imperdonable pecado de no doblegarse ante el poder. Le habían cerrado vilmente Antena 3 de Radio, pero logró aterrizar en la Cope junto a sus compañeros de batalla, manteniendo su éxito e influencia. Recibió amenazas, injurias, coacciones y descalificaciones. Así hasta el último día, cuando su cuerpo no aguantó más la presión y falleció ahogado en Marbella en un terrible accidente. Sus enemigos creyeron entonces, aquel 2 de mayo de 1998, que Antonio Herrero había callado para siempre. Estaban muy equivocados. Su voz nunca ha dejado de sonar en boca de muchos periodistas y de muchos españoles que, como a él mismo le gustaba decir, no eran sus oyentes, sino sus amigos.

Seis años después, tras el brutal atentado del 11-M y la llegada de Zapatero al poder, la Cope, convertida de nuevo en bandera mediática de la oposición, centró otra vez las iras de la izquierda y de una parte de la derecha. La fórmula era la misma. Para destruir la resistencia al pensamiento único, utilizaban como excusa el estilo empleado por Federico Jiménez Losantos en su programa. Sin embargo, no les importaba su forma de hacer radio, sino el fondo de lo que decía. Circularon demandas, manifestaciones, boicots y, por supuesto, todo tipo de descalificaciones. La Cope, como elemento aglutinador de la mayor parte de la oposición mediática, se esfumó en 2009 dando lugar a un proyecto diferente, y todos cuantos habían tratado de desmantelarla respiraron satisfechos. Las voces libres no cesaron, porque no lo harán nunca. Pero se dispersó su fuerza mediática y se debilitó su mensaje crítico con el poder.

En junio de 2010, el periodista Eduardo García Serrano descalificó gravemente a la consejera de Salud catalana Marina Geli. Fue en directo, en el transcurso del programa “El Gato al Agua”. El director del programa y el propio García Serrano pidieron reiteradas disculpas en los días siguientes. El responsable de los insultos pidió perdón en directo, en hora de máxima audiencia, con una humildad y sinceridad que nunca antes he contemplado en televisión. Pero da igual. Las disculpas no importan. Lo único que querían conseguir los que le acusan era precisamente el vídeo que ahora bate récords en YouTube, para pintar a la cadena como un atajo de ultras, y así poder marcar en su espalda, solemne y oficialmente, que es el nuevo enemigo a abatir. Y por si había alguna duda de que la historia vuelve a repetirse, el PSOE ha prohibido a Antonio Miguel Carmona –tertuliano habitual de “El Gato al Agua”- acudir a Intereconomía, redondeando el efecto mediático de la parafernalia.

Así hablaba Antonio Herrero en El Mundo, el 4 de marzo de 1998: “Es cierto que en estos días ha habido dentro de mi programa un exceso hecho en tono jocoso. No obsta para que yo pidiera disculpas espontáneamente. Lo que no se entiende es que origine miles de páginas en la prensa española y es así porque el felipismo y el polanquismo están en pleno apogeo, controlando bajo la batuta de Alfredo Pérez Rubalcaba y de Felipe González, El Periódico de Cataluña, el diario La Vanguardia, El País y con un sinfín de conexiones y de contactos un buen montón de periódicos del grupo Correo”.

Las palabras de Antonio Herrero siguen vigentes doce años después. Varios de los protagonistas de entonces han cambiado, pero la película es la misma. La campaña contra Intereconomía no comenzó con los insultos de García Serrano, sino que nació el mismo día en que el grupo aumentó su audiencia e influencia. La reciente asociación, amistad, o lazo afectivo -llámenlo como quieran- entre la emisora esRadio, de Federico Jiménez Losantos, y el diario La Gaceta, de Intereconomía, terminó de convencer a los que todavía no se habían decidido a iniciar el linchamiento. Los exabruptos de García Serrano son sólo la excusa. El nombre de Intereconomía viaja ahora al Congreso y a los juzgados, como antaño sucedió con la Cope. Cómplices y verdugos afilan sus espadas para reeditar una historia que ya empieza a aburrirnos. Porque se parece terriblemente a la historia de Antena 3 de Radio. Se parece demasiado a la historia de la Cope. Se parece demasiado a la historia de España. Un país en el que se puede discrepar libremente desde cualquier medio de comunicación. Siempre y cuando se discrepe libremente en la única dirección permitida.

 
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