¿Inviolabilidad de las fronteras o autodeterminación?

Si uno afirma que la pared es blanca y negra a un mismo tiempo, o que en la botella hay coñac y champán a la vez, los otros creerán que se enfrentan a un enfermo mental. Pero se considera normal que los políticos y los juristas digan “sí” y “no” al mismo tiempo, porque les va en el cargo. Hasta la Carta de la ONU sigue proclamando dos principios que se excluyen mutuamente: la inviolabilidad de las fronteras y el derecho de los pueblos a la autodeterminación, aunque esta obvia contradicción ya ha provocado numerosos conflictos internacionales y ha costado la vida a centenares de miles o incluso millones de personas. Algunos de esos conflictos se desvanecen con el devenir del tiempo, otros se resuelven con la ayuda de las armas, pero la mayoría se mantiene en forma latente, obligándonos a todos a vivir en un estado de permanente zozobra.   En torno a cada uno de tales focos de tensión hay una muchedumbre de intermediarios internacionales, políticos y juristas en su mayoría, que a menudo no hacen sino enredar aún más la situación. Lo que es normal, porque en sus enfoques predomina el doble rasero, y la decisión en cada caso concreto no se toma partiendo de las normas por todos reconocidas, sino —en la mayoría de los casos— prestando oído a los intereses egoístas de una u otra potencia u organización internacional. Los intereses de los propios pueblos, compuestos por personas particulares con sus pasiones y aspiraciones legítimas, se consideran en el último lugar.   Ejemplos de lo dicho sobran, y cada uno de ellos huele a sangre. Dejemos aparte los conflictos que se desarrollan en lugares alejados de la civilización, como el de Darfur, y limitémonos a ver aquellos que se desarrollan ante los ojos de Europa, la cual debería acumular experiencia histórica e instrumentos políticos y jurídicos suficientes para saber extinguir las llamas de las contradicciones. Pero nada de eso ocurre. Nadie puede explicar de modo convincente y sin mostrarse hipócrita por qué la Unión Europea opta por la variante de la autodeterminación para los albaneses de Kosovo, en detrimento de la integridad de las fronteras de Serbia, mientras que los conflictos análogos surgidos después de la desintegración de la URSS entre Moldavia y Transdniestria o Georgia, por una parte, y Abjasia y Osetia del Sur, por la otra, deben zanjarse a favor de Tbilisi. Los habitantes de Transdniestria, Abjasia y Osetia del Sur estaban dispuestos a defender con armas su independencia igual que los albaneses, y al igual que éstos no desean vivir controlados por un poder central que odian.   Por la contradicción contenida en el Derecho Internacional, pueblos enteros de Europa se ven excluidos del proceso europeo, lo cual es malo tanto para ellos mismos como para los demás habitantes del Viejo continente. El hecho de que esas zonas se sitúen muertas al margen del control de la comunidad internacional es el germen de numerosas tentaciones. Por ejemplo, el propio Kosovo se ha convertido en una plataforma para el narcotráfico. Además, la falta de «inyecciones de intelecto» por parte de otros países frena artificialmente el desarrollo de dichas zonas. Y por último, en todas ellas ya se ha derramado sangre, y volverá a derramarse si no se da una rápida solución a los problemas planteados.   Hablando concretamente de Abjasia y Osetia del Sur, el contingente de paz ruso no podrá permanecer allí indefinidamente, separando a las partes en conflicto. Pero Moldavia tragaría mañana mismo a Transdniestra si le alcanzasen fuerzas para hacerlo. Y la Georgia de Saakashvili está acumulando potencial militar, sin ocultarlo, para recuperar a sangre y fuego Abjasia y Osetia del Sur. En tal contexto, no tiene nada de extraño que, hace unos días, los líderes de estas tres repúblicas no reconocidas por la comunidad mundial crearan unas fuerzas de paz conjuntas, a las que se encomienda la tarea de defender su independencia no reconocida hasta ahora.   En opinión del líder de Osetia del Sur, Eduard Kokoity, en más de un decenio de existencia, las tres repúblicas han probado ser Estados independientes. Él y sus colegas, los líderes de estas repúblicas secesionistas, sostienen que el contingente de paz ruso tiene que permanecer en las zonas de conflicto hasta su arreglo total. Si los “cascos azules” rusos se ven obligados a irse, su lugar será ocupado inmediatamente por las fuerzas conjuntas de Abjasia, Osetia del Sur y Transdniestria, dice Kokoity.   Casi en paralelo a la firma de este “convenio de los no reconocidos”, tuvo lugar un encuentro entre el presidente de Rusia, Vladimir Putin, y el de Georgia, Mijail Saakashvili, en el que no llegaron a entenderse. El señor Saakashvili, haciendo caso omiso a la opinión que tienen abjasios y osetios, se manifestó por el rápido retorno de estas repúblicas al seno de Georgia, mientras que Putin procuró convencerlo de que conviene respetar la opinión de los pueblos. “Hace falta mostrar paciencia y el deseo de buscar componendas. Los propios pueblos deben querer vivir juntos (...) Es inadmisible pretender arreglar conflictos con la ayuda de la navaja o el cuchillo”, dijo.   Parecería que, para un político que cree ser demócrata, lo dicho es una perogrullada, pero el presidente georgiano no ha comprendido nada. Además de la espada, existen otros métodos eficaces para eliminar contradicciones, como probó magníficamente Vavclav Havel, cuando propició la separación pacífica de la República Checa y Eslovaquia. Actualmente se está produciendo una separación pacífica entre Serbia y Montenegro, aunque es obvio que la secesión no es del agrado de Belgrado.   Lamentablemente, Mijail Saakashvii no es Vavclav Havel, y la creación de la fuerza de paz de Abjasia, Osetia del Sur y Transdniestria no es un capricho. Dicho sea de paso, no veo en ello ninguna violación del procedimiento democrático. La Constitución de todo país auténticamente democrático, en una u otra forma —a veces no muy obvia para los no versados en la materia— contiene el postulado de que el pueblo tiene el derecho a la autodefensa, si las autoridades no actúan en interés general sino en el suyo propio. Los pueblos de Abjasia, Osetia del Sur y Transdniestria están categóricamente en contra del poder existente en Georgia y Moldavia, y por ello tienen derecho a la autodefensa.

 
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