Irak: demos las gracias a la ONU

Tantos dardos se han lanzado contra la ONU desde todas las tribunas que, para ser ecuánimes, deberíamos también dar públicamente las gracias a este organismo en aquellas (pocas) ocasiones en que su reacción resulta adecuada y oportuna, como ha ocurrido en un caso reciente que ha pasado prácticamente inadvertido. De no ser por la intervención de Naciones Unidas, las cosas en Irak serían a esta hora todavía mucho más complicadas. Los hechos sucedieron así: los "demócratas" iraquíes, habiendo adoptado de forma casi definitiva la Ley del referéndum sobre la nueva Constitución, decidieron cambiar sobre la marcha las reglas del juego para asegurarse de que las urnas refrendaban el documento que más les convenía. La ONU reaccionó a esta intención antidemocrática de manera inmediata, advirtiendo al nuevo Gobierno de Irak que había optado por un camino falso; sólo entonces los de Bagdad volvieron a discutir el asunto, y todo regresó a su cauce. Gracias sean dadas a la ONU. Esta maquinaria, incluso oxidada, no dejó de funcionar ante un caso de flagrante injusticia. Curiosamente, mientras los principales exportadores de "democracia" a Irak –Estados Unidos y Gran Bretaña– contemplaban el episodio con absoluta indiferencia. Lo cual es comprensible: su objetivo es abandonar el territorio iraquí cuanto antes y con las menos bajas posibles, no quieren dilaciones en el proceso de aprobación de la nueva Constitución. El asunto, obviamente, no tiene nada que ver con la democracia, sino con los ratings personales de los señores Bush y Blair. Tras el derrocamiento del régimen de Saddam Hussein, numerosos politólogos occidentales y rusos se pusieron a debatir a fondo las eventuales variables del futuro de Irak. Todos coincidían en una conclusión: el único camino viable, habida cuenta de que este país que es lo más parecido a un puzzle, es procurar un acuerdo entre diversos clanes, tendencias religiosas y grupos locales, para que Irak no corra el peligro de transformarse en una nación dominada por el fundamentalismo islámico. Y ello a pesar de tener una población mayoritariamente chiíta y un influyente vecino también chiíta: Irán. Hasta la fecha, el peligro no ha desaparecido. Para empezar, los fanáticos religiosos son escuchados cada vez con más atención por la población, hasta ayer relativamente laica, pese a la "influencia civilizadora" de americanos y británicos. Pero, además, los chiítas y los kurdos, que subieron al poder gracias a las bayonetas extranjeras, han tenido muy pocos miramientos con los sunitas, y han generado un proyecto constitucional que coloca a estos últimos, dueños y señores de Irak en el pasado reciente, en una situación de marginación política y económica. De acuerdo con el borrador de la nueva Carta Magna, el petróleo iraquí –y, por consiguiente, los recursos financieros– fluirá a espaldas de los sunitas, algo que éstos lógicamente no aceptan. Es precisamente por ello por lo que la comunidad sunita había empezado a movilizar fuerzas para abortar la Constitución en el plebiscito, y por lo que el nuevo Gobierno, en un intento de impedirlo, decidió cambiar las normas con vistas a la votación, en un intento de aislar definitivamente a los sunitas. Pero la ONU reaccionó. Resulta peligroso arrinconar a una fiera herida; tampoco es muy sabio excluir a los sunitas del proceso democrático normal. Por no hablar ya de los aspectos éticos del asunto, que se parece demasiado a una simple venganza cuya única consecuencia evidente sería una escalada de violencia en el ya muy inestable Irak. Que no lo entiendan los kurdos y lo chiítas del nuevo Gobierno iraquí resulta comprensible en plano humano, pues en el pasado sufrieron mucho. Pero es sorprendente que EE.UU. y Gran Bretaña, tutores de los "demócratas" iraquíes, lo miren con tanta indiferencia. ¿Creen quizá que mantener a raya al Gobierno títere que ellos mismos instalaron supone una injerencia en los asuntos internos del Irak soberano? ¿No sería más lógico, entonces, predicar con el ejemplo e iniciar la retirada de contingentes militares estacionados en Irak? Recordaré, de paso, que el Derecho Internacional endosa a las fuerzas de ocupación la responsabilidad de cuanto sucede en los territorios ocupados. Y una última observación: al construir en Irak la seudo-democracia, EE.UU. y sus aliados no hacen sino provocar una división en este país, prolongan su presencia en dicha zona y extienden la lista de sus propias bajas militares. De la imagen de Washington y Londres ya no digo nada por razones de cortesía. Ellos también, si se lo piensan un minuto, deberían darle efusivas gracias a la ONU, organismo que ha conseguido enmendar al menos uno de sus múltiples errores.

 
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