Juego de pillos

En los últimos días han sido varias las voces dentro del PSOE -Bono, Chaves, Jaúregui, Felipe González- que de una forma u otra han reclamado un entendimiento con el PP para reformar en las Cortes Generales el texto del Estatuto que fue aprobado en el Parlamento de Cataluña. O sea que sucede como el niño que después de ser advertido en diversas ocasiones por sus padres que deje de jugar con el jarrón porque lo va a acabar rompiendo, al final efectivamente lo rompe en mil pedazos y la criatura acude desconsolada a echarse en brazos de su padre o de su madre, buscando el perdón a su travesura. Hagamos un breve repaso de lo que ha sucedido con el Estatuto de Cataluña, para intentar delimitar responsabilidades. Cuando las elecciones autonómicas catalanas en noviembre del 2003 las ganó CIU por escaso margen, el primero que alentó un gobierno del PSC con los independentistas de ERC fue Zapatero. Antes, en campaña electoral, el actual Presidente del Gobierno -que en aquel momento no esperaba ni por asomo llegar a serlo en marzo del 2004- hizo esa famosa promesa de apoyar en Madrid el texto del Estatut que fuera aprobado en el Parlamento de Cataluña. Posteriormente, Zapatero empezó a frivolizar con el término "nación", llegando a decir que desconocía cual era la diferencia entre "nación" y "nacionalidad"; o llamando "fundamentalistas" a todos aquellos que consideraran que la única nación es España. Por último, cuando las negociaciones entre los partidos catalanes para aprobar el Estatut habían encallado, fue Zapatero el que llamó a la Moncloa a Pasqual Maragall y a Artur Mas, para desbloquear esa situación y propiciar su aprobación. ¿Que es lo que está pasando ahora, para que destacados miembros del PSOE y algunos ministros del Gobierno den toda la impresión de estar pidiendo "sopitas" y buscando un acuerdo con el PP?. En algunos de esos casos, seguramente haya un alto nivel de sinceridad en el rechazo al texto del Estatut y a la necesidad de buscar un consenso con el otro gran partido nacional con relación a la cuestión de la cohesión territorial. Pero da más la impresión que los socialistas se han asustado ante la reacción, -mayoritaria en la sociedad española como están poniendo en evidencia todas las encuestas que se hacen al respecto- de rechazo al texto enviado desde Cataluña, así como en señalar a Zapatero como el principal responsable del desaguisado producido. El Presidente del Gobierno y su partido están sufriendo un desgaste tan evidente, que por primera vez en las encuestas realizadas en los últimos meses, el PP se sitúa a dos puntos del PSOE en intención de voto. Por eso, los socialistas están intentando transmitir continuos mensajes de tranquilidad a la opinión pública. Aseguran que el Estatut sufrirá en el Congreso de los Diputados todas las modificaciones que sean necesarias para que resulte constitucional. Si eso es así, ¿porque Zapatero impulsó su aprobación en Cataluña?. ¿Por qué el PSC -que de momento sigue formando parte del PSOE- lo apoyó?. Algunos ya estamos mayores para este tipo de engaños, de trapicheos, de regates en corto, de mentiras en definitiva. El PSOE y Zapatero lo tienen muy fácil. Si de verdad no están de acuerdo con lo que se aprobó en el Parlamento de Cataluña, ya pueden empezar a preparar un buen número de enmiendan, porque son muchísimos los artículos inconstitucionales, amén de resultar un Estatut intervencionista y asfixiante, ¡quien se lo iba a decir!, para una sociedad tan cosmopolita y plural como la catalana. Pero que dejen de enredar con declaraciones, contradeclaraciones, fintas, amagos. Si Zapatero nos ha metido a todos los españoles en este gran "lío" que asuma su responsabilidad y que él y su partido paguen las consecuencias. Todo lo demás no deja de ser más que un juego de pillos.

 
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