Kosovo busca himno y bandera

No se sabe si los albanokosovares tendrán ya himno y bandera pero lo esperado es que la independencia se declare en plazo más de horas que de días. La elección de Tadic como presidente es de una estrechez que ahonda en la división serbia, más allá del limitado papel del presidente y de su firmeza anunciada a la hora de resistirse a la independencia de Kosovo. Nicolic proponía tropas rusas en una Serbia que, por otra parte, consolida sus instituciones, recibe una inversión norteamericana multimillonaria, sostiene su crecimiento económico y mantiene tasas bajas de paro. A estas alturas, nos sigue sorprendiendo que los serbios no se puedan mover por la UE con plena libertad, como una disincronía. Al mismo tiempo, la Voivodina –el septentrión de Serbia- prepara su independencia tras la inevitabilidad de la independencia de Kosovo. Los albanokosovares peligrosamente itinerantes en España no nos dejan buen recuerdo a los españoles y, de hecho, la situación de la todavía provincia serbia es una mezcla de delincuencia y Alqaidistán. Por supuesto, si ahora no pueden estar juntos, no es previsible que quieran compartir tantas cosas como se comparten con la común pertenencia a la UE. Eso se fía al futuro. Ciertamente, en los Balcanes pocas veces ha sido fácil elegir con qué mal quedarse.

La independencia de Kosovo a instancias del muy terrorista Ejército de Liberación posiblemente no sea un grato modelo referencial para nuestros nacionalismos aunque constituye un precedente y el entorno etarra lo mira con los ojos más golosos. La inquietud de la Moncloa es evidente en tanto que, lejos del apoyo de Estados Unidos, disolvemos los apoyos con que pudiéramos contar si hubiéramos de afrontar una secesión en nuestro propio territorio. No es sólo una perspectiva de dificultad y horror, y Condoleeza Rice ha dejado claro sotto voce que lo mismo se puede hablar con uno que con dos países civilizados. Al tiempo, la independencia de Kosovo como precedente sí alienta la desestabilización de otras zonas, de Osetia del Sur a Abjasia o Transnistria. A Estados Unidos le halaga su feliz consideración entre un pueblo musulmán y Rusia y Serbia estrechan su tradicional abrazo. El príncipe Alejandro, legítimo pretendiente del trono serbio y residente en Belgrado, juega la carta pro-rusa. No hace tanto que fue a Moscú. Una parte no menor de la clase política serbia opta directamente por la ruptura de relaciones con los países que reconozcan a Kosovo. No se cree viable en tanto que los serbios no han de querer ese aislamiento. Seguramente han de seguir allí los americanos con sus empresas y los rusos con su gas. Dimensión beneficiosa del dinero.

La independencia de Kosovo tiene escasa base jurídica y se fundamenta más en su fatalidad, en la evitación de insurrecciones. El Consejo de Seguridad de la ONU, según el Capitulo VII de la Carta, carece de competencias para alterar el estatuto territorial de un Estado miembro. Al mismo tiempo, hay que contar con el fúnebre record de los albanokosovares en el cuidado de sus minorías: los serbios alrededor de esos monasterios que aureolan míticamente la historia serbia, dispuestos a morir y por supuesto a matar por su defensa. Es grave que en Kosovo haya peligro para minorías y que Serbia parezca siempre reductible a piezas menores. Los que estrenan país en Kosovo están más bien en la trata de blancas, en el tráfico de armas o en el robo de coches. Al final, la mayor legitimación está en sus padecimientos bajo Milosevic pero tampoco es esta la Serbia de Milosevic. Dan Fried, alfil de Rice para Europa, dijo que fue Milosevic quien perdió Kosovo.

Ahí es difícil medir la magnitud de la viveza del dolor, la causa justa de un pueblo que padeció, por ejemplo, los crímenes de Korenica, principalmente contra católicos. De Serbia se puede uno pasmar ante la humillación, constante y casi ilimitada, con razón y sin razón; país tan fiero que pasó de Servia a Serbia perdiendo dulzura fónica pero dejando claro que no eran siervos sino indómitos. La etimología ni siquiera iba por ahí. Años después, Serbia figura como gran loser internacional y, al mismo tiempo, ya está en otros anhelos. Habría que reconocérselo de alguna manera. Que al menos su pasado se convierta en historia.

 
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