Laicismo pizca a pizca

Casi se nos olvida lo importante, ocupados como estamos con tanta bagatela. A fuerza de empeñarnos en remontar la crisis, monotema trivial de los últimos dos años, por poco descuidamos los valores supremos, esos que no alimentan el estómago pero sí el intelecto. Impaciente la España lúcida, no por la reducción del déficit ni por la creación de empleo, sino por la aprobación de la magna ley de Libertad Religiosa, incomprensiblemente aplazada desde su anuncio en 2008, van llegando como anticipo actitudes, declaraciones de principio y hasta alguna concreción reciente por parte del Gobierno. Menos mal, porque ya se le empezaba a deslucir el progresismo.

Pizca a pizca ha ido hasta ahora el Ejecutivo separando, según su entender, grano estatal de paja eclesial. En la legislatura anterior quitó por aquí –complemento presupuestario–, añadió por allá –nueva asignatura obligatoria–, como un intento de reajustar en lo económico y en lo educativo las relaciones de la Iglesia y el Estado. Tras las últimas generales, el gabinete de Zapatero ha flojeado en ese empeño, sin olvidarlo. En pizcas aún más pequeñas –a la espera del gran aventamiento que traerá la ley antes mencionada–, continúa administrando su laicismo por cualquier fisura que encuentra. Como la combinación de ejército, himno nacional y ceremonia religiosa, además de poco acorde con el librepensamiento, debe de parecerle un tótum revolútum franquista y por ello atentatorio contra la memoria histórica, el Gobierno ha dispuesto en el Reglamento de Honores Militares que, si ha de haber marcha granadera ante la custodia, no se implique a la milicia y como mucho la interprete una banda municipal.

Así se ha procedido este jueves en el Corpus de Toledo, y así es posible que se proceda en el Curpillos de Burgos el próximo viernes. Esta fiesta tradicional de mi ciudad conlleva una carga aún mayor de provocación para las creencias del socialismo gobernante y para las prácticas que trata de imponer. No solo se ejecuta el himno nacional en presencia del Santísimo y se le rinden honores con una parada militar a las afueras del Monasterio de las Huelgas, sino que además se desfila con el pendón –una réplica: el original permanece dentro del cenobio– que según la leyenda fue botín de Alfonso VIII en la batalla de las Navas de Tolosa. Aberrante de medio a medio, según los conceptos axiales de Zapatero: la esfera religiosa interfiriendo en la civil, y la exaltación de la Reconquista, con su ánimo excluyente, frente al idilio de unas civilizaciones aliadas. 

 
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