Llueve en el escenario

La escena es más que conocida y forma parte de la historia del cine. ¿Quién no recuerda a Gene Kelly bailando alrededor de una farola, calado hasta los huesos? Ahora esa imagen se revive cada noche en el teatro Nuevo Apolo de Madrid gracias a la versión teatral dirigida por RicardReguant.

“Cantando bajo la lluvia” llega a escena sin grandes decorados, incluso sin música en directo, pero aún así no desmerece la magia del musical. La fuerza de esta obra está en sus protagonistas, grandes cantantes y también grandes actores, algo que no siempre se encuentra en este género. Sorprende Marta Solaz, que da vida a Lina Lamont, el personaje que en el celuloide provoca más risas y que aquí borda el papel. Su pareja “cinematográfica” es Daniel Caballero, en el papel de Don Lockwood, al que lo único que le fallan son sus malabares con el paraguas, nada que no se pueda mejorar con unas cuantas clases.

Con ellos comparten escena Xenia Reguant, la que fuera “la Bella” en el musical de Disney. Excelente voz y magnifica en sus pasos de claqué. De Víctor Ullate Roche, poco se puede decir. Es sin lugar a dudas el mejor actor-bailarín-cantante de la escena española. Su trabajo ya fue reconocido con un premio Max por otro musical “Te quiero, eres perfecta, ya te cambiaré”. En éste explota sus tres facetas y se convierte en uno de los personajes más entrañables, sobre todo tras el número en el que interpreta el tema “Haz reír” y en el que una pirueta al más puro estiló circense deja a todos con la boca abierta.

Cómo en toda obra que se precie, lo ideal es dejar fuera del teatro cualquier prejuicio previo basado en la versión cinematográfica. En esta producción Ricard Reguant ha querido jugar con el cine dentro del teatro. Para eso ha convertido el escenario en un gran plató de rodaje, donde los cambios del decorado los hacen los propios actores. Con el objetivo de reflejar el paso del cine mudo al sonoro, el tema principal de la película, Reguant recurre a la presencia grabada y proyectada sobre una pantalla del actor y humorista Raúl Sénder, un elemento inesperado que agradece el espectador.

Pero si este musical se distingue de todos los demás es por dos cosas. La primera, los números de baile. El claqué es el protagonista. Queda claro desde el momento en el que se sube el telón y aparece en escena toda la compañía bailando un espectacular número de claqué. La segunda, es la famosa escena de la lluvia, una de las míticas en la historia del cine, pero que llevada al teatro adquiere una dimensión especial.

En la versión española se ha optado por mantener el elemento de la farola a la que se sube el protagonista con el paraguas cerrado en la mano. No sucede así en la versión inglesa, debido a los inconvenientes que conlleva fijar este elemento al suelo del escenario. Pero lo más llamativo es ver llover en un teatro. Un efecto muy bien conseguido que parece real. El espectador se queda con más ganas de agua y por eso al final de la obra la lluvia vuelve a caer en escena.

En definitiva, coreografías sorpresivas y mágicas, acompañadas de buen humor y grandes interpretaciones, hacen de este musical una cita ineludible de la cartelera madrileña.

 
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