¿Música de izquierdas o derechas?

Vaya por delante que la música no debería ser de nadie. Si queremos un arte libre, lo queremos con todas sus consecuencias. Aunque en este caso la práctica viaja en un vagón muy lejano al de la teoría.

Que el mundo de la “cultura” española es mayoritariamente de izquierdas no es ningún secreto. Con encender la tele, ir a ver cine español, o escuchar quince discos al azar pueden darse cuenta. Aznar, por ejemplo, ha batido este año un sorprendente record: es el político que más veces aparece mencionado en canciones de grupos españoles. Directa o indirectamente. No precisamente para recibir elogios. Se habla de Aznar, de Ana Botella y de toda su familia. Unas veces en términos muy injustos y otras, en términos simplemente discutibles.

Pero me ha llamado la atención que quienes más atacan al ex presidente a través de sus canciones son los músicos desconocidos. Esos que lanzan su primer o segundo disco sin casi repercusión. Y sólo encuentro una explicación: la monopolización del arte por parte de las izquierdas españolas provoca que algunos nuevos talentos traten de mostrar nítidamente su inclinación política para intentar introducirse en el “mundillo musical” y crecer. Y a mi juicio, es un grave error de cálculo.

Sobre todo porque la mitad del país sigue siendo de centro-izquierda y la otra mitad de centro-derecha. Aceptamos “centro” como coletilla vaga e imprecisa. Esto significa que la gente de derechas también compra discos. Y cuando un artista novel insulta al que fue líder de la derecha durante años, puede cerrar una puerta importante a su futuro comercial, aunque abre otra más aparatosa pero menos útil: la que atraviesa el umbral que divide a los individuos pensantes de los autoproclamados “intelectuales modernos”. Pero en fin, cada uno que atraviese la puerta que desee.

Lo cierto es que apenas hubo canciones sobre Felipe González cuando abandonó la presidencia de España. Pocas hubo sobre Roldán o sobre los GAL. Y, por supuesto, no conozco ninguna que haga algún guiño a esa gran humorista que es Carmen Calvo o mencione -para bien o para mal- a Pepiño Blanco.  Siempre he pensado que el político gallego daría mucho juego a un buen letrista. Y también he pensado que un grupo de música, discretamente reconocido como de “derechas”, sería un éxito de ventas. Sobre todo por el vacío existente en el mercado.

Es cierto que la izquierda se ha atribuido siempre el mérito de las grandes canciones de los años de la movida. Aunque el mérito está sólo en los grupos, no en los políticos. Y es cierto que hay quien piensa que a la derecha no le interesa demasiado el rock. Por eso me ha llamado la atención la solicitud que ha hecho el PP en el Congreso para crear una subcomisión, dependiente del Ministerio de Cultura, que se dedique a estudiar la situación de la música española.

Es una gran noticia. Lo comentado hasta ahora es cierto: la situación musical española se divide entre los que son de izquierdas y los que no hablan sobre su inclinación política. Pero también es cierto que los políticos de derechas, además de quejarse, deben mostrar preocupación por la situación musical española. Sentados en la barrera no lograrán demasiado.

La propuesta del PP habla de hacer un diagnóstico de la situación para lograr que la música siga desempeñando la importante función que desarrolla en nuestra sociedad. Los populares proponen también adaptar la legislación de derechos de autor a las nuevas tecnologías, procurando favorecer a todos, no sólo a los artistas consagrados.

Si mantenemos como cierto todo lo comentado hasta ahora, se puede hablar de una propuesta de la derecha que beneficia fundamentalmente a la izquierda. Resulta fundamental que en las cuestiones culturales ambas tendencias políticas aporten ideas y soluciones a los actuales problemas. Buscando el consenso, que diría un político. Si alguna de las dos monopoliza la cultura, ésta se volverá corrupta. Y el arte perderá su sentido al sentirse esclavo, en la práctica, de una u otra concepción política.

 

Al final, los artistas, por suerte, son libres de hacer lo que deseen con sus obras. Insultar a la mujer de Aznar o de Zapatero con pésimo gusto o mostrar unas determinadas ideas políticas de manera sutil y elegante, a través del manejo de los versos. O la mejor opción: no mezclar las concepciones políticas con su talento artístico.

Lo importante es que la grandeza del arte no se vea mermada por tintes i

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