Nueva condecoración en la guerrera norteamericana

No hace mucho, el Congreso de EEUU se manifestó en pleno a favor de la institución de una nueva condecoración «Por la victoria en la guerra fría». Hablando en plata, al oír por primera vez esta novedad en boca de un colega, pensé que era una broma: tan absurda me pareció la idea.   Más tarde, tras convencerme de que la noticia era verídica, no podía llegar a comprender a quién se le habría ocurrido tamaña estupidez: prender una medalla más en la guerrera norteamericana por una guerra casi olvidada y, además, no «caliente» sino «fría». Y pasado tanto tiempo... ¿Por qué precisamente ahora y no en el momento en que se desintegró la URSS? Siguiendo el ejemplo norteamericano, los italianos podrían con todo derecho instituir una condecoración, digamos, por la victoria en la guerra contra los galos. Y sería más lógico que el caso que nos ocupa.   Analicemos. ¿Por qué ahora? Las explicaciones pueden ser muchas. Una de ellas: recordarle a Moscú —que, en opinión de Washington, se ha vuelto demasiado «independentista»— quién ha ganado y quién ha salido perdiendo en el enfrentamiento con EEUU.   La segunda: se trata de elevar la moral de los estadounidenses. Estos últimos años, tras haber ganado la primera guerra de Iraq en el plano militar, EEUU perdió la contienda en los terrenos moral y político, permitiendo que el régimen de Sadam Hussein masacrara a sus adversarios políticos quienes, ingenuamente, confiaban en la ayuda norteamericana. Más vergonzoso aún fue lo sucedido en la segunda guerra, cuando tras haber invadido el país (con un falso pretexto), los estadounidenses resultaron incapaces de controlarlo. A estas alturas no está excluida la posibilidad una nueva guerra en la zona, pero esta vez contra Irán, más sucia aún y con mayor número de víctimas inocentes entre la población civil. ¿Acaso podría ser de otro modo, cuando se está discutiendo en serio el empleo de armas nucleares en una nueva operación militar?   Tercera versión que, teniendo en cuenta la psicología humana, sería la más probable: los senadores han querido lucirse ante sus mujeres, secretarias y amantes luciendo la medalla en la solapa. Estas razones, y teniendo en cuenta que seguramente obedece a varios motivos, la decisión se puede tomar en serio o como una broma desafortunada.   Desde luego, las dos primeras explicaciones no provocan una sonrisa. Si EEUU cree en serio en la posibilidad de presionar así, aunque sea indirectamente, a la Rusia de hoy, esta cometiendo un error político. He dicho anteriormente que EEUU ha perdido el tren; pues bien, hoy Rusia ya es otra. Al margen de la verborrea que ahora utilice Washington, el Kremlin seguirá defendiendo sus intereses y su punto de vista tanto en los problemas internacionales como internos, esto es, cómo construir la democracia en nuestra propia casa.   Si lo que EEUU pretende es elevar la moral del pueblo norteamericano, ése es su problema, pero dudo que lo consiga, sobre todo si la Administración Bush se empeña en enfrascarse en una guerra con Irán. Por último, llegamos a la cuestión principal que ya hace mucho que exige ser aclarada y que es imprescindible comprender: EEUU no ganó la guerra fría, sino que la Unión Soviética la perdió. Lo cual lo cambia todo. El gen de la descomposición y la ineficiencia se hallaba en el seno del sistema comunista y por esto, de hecho, la desintegración comenzó desde el principio mismo.   A propósito, los Soviets no fueron más que una forma sui géneris de democracia popular. Lenin desmanteló por completo el sistema soviético supeditando todos los órganos de poder al partido bolchevique: definitivamente, los Soviets desaparecieron tras haber sido reprimida la insurrección de Kronstadt en 1921. Así que, para ser justos, quien en primer lugar se merece realmente (a título póstumo) la nueva medalla norteamericana es Lenin. También Jruschov, que desenmascaró el culto a la personalidad de Stalin, es decir, privó al país del apoyo ideológico. Y, por último e indudablemente, Gorbachov, aunque en su actuación no se guiaba por los portavoces occidentales, esos paladines de la guerra fría. Gorbachov soñaba con el socialismo de rostro humano, y por esto no le interesaba la democracia occidental, sino el eurocomunismo. Simplemente, tras haber impulsado el país, no pudo dominarlo. Rusia siguió la senda independentista.   Por supuesto, hay héroes de la guerra fría también en EEUU, entre ellos, Zbigniew Brzezinsky quien, en cierta ocasión, contó a la prensa francesa cómo involucró a la URSS en la aventura de Afganistán, suicida para los ancianos del Kremlin. Pero el desenlace fue lamentable no sólo para la Unión Soviética, sino también para EEUU: Osama Bin Laden, educando de la CIA especialmente adiestrado para la lucha contra los rusos en Afganistán, carga con la responsabilidad por la tragedia del 11 de septiembre en Nueva York. Así que surge un inmenso interrogante: ¿vale la pena condecorar a Brzezinsky o es mejor castigarlo?   En cualquier caso, la aprobación por parte del Congreso de EEUU de esta decisión es un asunto consumado. La medalla encontrará sin duda a sus héroes.

 
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