Obras son amores, señor Presidente

Si el Presidente del Gobierno se sintiera de verdad tan cerca de los populares, porque como manifestó hace unos días, “ellos sufrieron y han luchado contra el terrorismo”, lo primero que tendría que hacer es indicarle a su fiel escudero Pepiño Blanco que nunca más vuelva a decir esa mezquindad de que el PP no desea el final de ETA. Aunque debería hacer más cosas para que esa declaración de cercanía no quedara en unas meras palabras bonitas e incluso enternecedoras. Tendría que recuperar cuanto antes el consenso que siempre ha presidido las relaciones entre los dos grandes partidos nacionales en la lucha contra ETA. La dirección de la política antiterrorista corresponde a quien gobierna, pero nunca, como ahora con Zapatero, el desacuerdo del Gobierno con el principal partido de la oposición ha sido tan grande ni la información tan escasa por no decir nula.   El actual inquilino de la Moncloa era un joven y desconocido diputado por León cuando las conversaciones de los Gobiernos de Felipe González con ETA en Argel. Pero seguro que ya ha preguntado y sabrá que en aquellos momentos, el ministro del Interior, José Luis Corcuera, tenía una interlocución continua con los dirigentes del PP. Que tanto con Corcuera como con los siguientes ministros de Interior del PSOE, el “tridente” popular compuesto por Cascos, Martín Villa y Mayor Oreja, eran visitantes asiduos del Palacete de Castellana 5 donde eran informados de los pasos que se iban dando en la política antiterrorista. Como posteriormente, con el PP en el Gobierno, el entonces ministro del Interior, Jaime Mayor, mantenía continuas reuniones para lo mismo con los Almunia, Belloch, Rubalcaba, Redondo Terreros y hasta Zapatero de turno.   Pero todo cambió cuando el actual Presidente del Gobierno imprimió un giro de 180º grados a la política antiterrorista al llegar a la Moncloa en marzo del 2004. Abandonó la estrategia seguida hasta entonces, que buscaba la derrota de la banda terrorista y de su entorno y la sustituyó por otra basada en la negociación y en los continuos guiños al mundo de ETA-Batasuna. Luego se ha sabido, que incluso antes de aquellas elecciones, pidió al Presidente de los socialistas vascos, Jesús Eguiguren, que realizará acercamientos a ese mundo para ver cual sería su predisposición a negociar en caso de una victoria del PSOE. Recibida la respuesta en forma de carta de Otegui, Zapatero eligió compañero de viaje y prefirió entenderse con el dirigente de Batasuna al que llegó a definir como “un hombre de paz”, que con el líder de la oposición, Mariano Rajoy.   Por eso, las declaraciones de Zapatero sobre su “cercanía” al PP suenan a falsas. Son falsas de raíz. No quiere ir de la mano con los populares en la política antiterrorista. Sabe que el Pacto Antiterrorista que él mismo propuso y que posteriormente dinamitó le impediría hacer cosas como consentir y participar, a través del PSE, en una mesa de partidos cuyo único objetivo es concretar el precio político a pagar para que ETA deje de matar; o negociar con Batasuna el fin de la huelga de hambre de un preso tan sanguinario como De Juana Chaos. Tampoco hubiese sido posible, en un marco de entendimiento con el PP, que Zapatero autorizara a Patxi López la ignominiosa reunión con Batasuna, una formación política ilegalizada por formar parte de un entramado terrorista. Y desde luego, el entendimiento con los populares no le hubiera posibilitado “internacionalizar el conflicto”, bien sea utilizando a Blair o llevando al Parlamento Europeo el debate sobre el mal llamado “proceso de paz”. Por eso, ¿a qué viene lo de la “cercanía” al PP? ¿A quien pretende engañar el Presidente? ¿Por qué nos considera tan tontos a los ciudadanos?

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