Paris se rinde ante Goya grabador, y descubre por primera vez, de forma integral, todo el proceso de creación

Las primeras colecciones de obras del pintor español comenzaron en Francia a principios del siglo XIX, y las colecciones institucionales de hoy han heredado esos tesores adquiridos por los aficionados de hace dos siglos.

La exposición del Petit Palais muestra por primera vez, aquí en territorio galo, la integralidad del proceso de creación de grabados de Goya, una técnica en la que también logró la excelencia.

Para Simon André, comisario de la exposición junto a Maryline Assante di Panzillo, lo más admirable del trabajo de Goya es el lograr “representar escenas horribles que cuando se miran de cerca desprenden cuidado, dulzura y una mirada comprensiva sorprendente”.

Hay expuestas 280 obras, de las que 210 son estampados de Goya, algunos inéditos. Ofrecen un completo recorrido, desde los primeros trabajos de 1778 hasta los últimas escenas de tauromaquia realizadas en Burdeos. Según André, no se puede hablar de una evolución “a mejor” en las creación de grabados goyescos, porque “el Goya grabador es un Goya maduro”. Cuando el pintor realiza Los Caprichos, tiene ya unos cincuenta años, y es un artista en plena posesión de sus medios. Sin embargo, sí admite una cierta evolución “en el carácter cada vez más monumental de los cobres y en la epuración que le lleva a la simplicidad de sus composiciones”.

En una de las salas han recreado el espíritu de los talleres de grabado; y en una vitrina en la que hay expuestas las pruebas intermedias realizadas antes de la tirada definitiva (y que por ser impresas en pocos ejemplares, son más excepcionales), han dispuesto unas lupas que permiten observar la sutileza del trabajo de Goya.

Otra de las bazas de la exposición organizada por el Petit Palais es la presentación de las influencias recibidas por Goya (Rembrandt, Velázquez o Tiépolo) y las que él ejerció.

La huella de Goya en Francia es determinante sobre los más grandes artistas del siglo XIX, desde los artistas románticos, fascinados por sus gnomos e imágenes de brujería; los pintores grabadores de los años 1860 impresionados por un artista que supo comprometerse con su tiempo; y otras grandes figuras como Delacroix, Manet y Redon.

 
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