El alcalde de París está dispuesto a reducir a la mitad los paneles publicitarios que invaden la ciudad y “enturbian” su imagen

Lo de la “Playa de París” es, como dicen por aquí, “un coup de génie”, una idea de genio: hacer creer al mundo entero que en unos cuantos metros cuadrados de esfalto al borde de las sucias aguas del Sena, sobre los que instalan poco más que unas cuentas tumbonas, un cercado de arenas y dos chiringuitos, y en los que se concentran miles de personas, no tiene nada que envidiar a Cancún (exagero un poco, pero no mucho).

Desde hace cinco años, televisiones, radios y periodicos de las cuatro esquinas del mundo se suceden para informar sobre este nuevo lugar de veraneo que, según calculan,  a 4 millones de personas en 2006 (en sólo 5 semanas).

Visto que nada se le pone por delante, Bertrand Delanoë ha decidido lanzar otro bombazo, pero esta vez contra la invasión publicitaria. El próximo 17 de diciembre piensa someter a voto un documento que ordena la supresión de la mitad de los paneles que afean la ciudad y acosan a sus habitantes. Calculan que serán desmontados entre un 50% y un 60%, y en cualquier caso no podrán existir en las cercanías de monumentos nacionales ni de colegios.

No hay duda de que de caras a las elecciones municipales de marzo de 2008 es una magnífica idea. El único inconveniente es que son precisamente las empresas publicitarias las que asumen en gran parte los gastos de los proyectos Delanoë, como la playa o el reciente sistema de bicicletas que invade ahora París, y la supresión de paneles de publicidad lo viven como un golpe bajo.

 
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