Plebiscitos informales en la Red

Internet nos va convirtiendo en ciudadanos sedentes, y cada vez más las actividades cotidianas, que antes eran vaivén, afluyen hoy de forma centrípeta en un ordenador con router. Hemos conseguido que se haga realidad, con menos magia que maña, el anhelo secular del ser humano. Ese bisonte rupestre de Altamira al que se le supone un fin propiciatorio podemos materializarlo –y si no ese bóvido, otro más accesible– mediante el sitio web de cualquier supermercado. Solo hay que cliquear en el icono de las carnes rojas y, al cabo de un momento, sin cubrirnos de pieles, sin echar mano de nuestra lanza toscamente labrada, sin jugarnos la vida entre bufidos hostiles de espantables manadas, el repartidor –como desvaidísmo recuerdo del predador que fuimos deberemos levantar los reales para abrirle– nos traerá a casa los filetes pulcramente cortados y envasados. Si a la humanidad históricamente considerada le pasase lo que a Benjamin Button, con la reversión acabaríamos llevando una vidilla de músculos atrofiados en cuevas unipersonales sujetas a crédito hipotecario, y sustituiríamos la luz y el calor del fuego por la luz y el calor de una pantalla.

De todos modos, que a causa de internet nos inhibamos de participar en el mundo pequeño de las vituallas tiene como contrapartida que podamos intervenir más a sabor en el mundo grande de la geopolítica, por ejemplo. La hora detraída a la compra en Mercadona la he dedicado a meditar sobre el conflicto entre Israel e Irán a cuenta del enriquecimiento de uranio por parte de este país, y finalmente he tomado una decisión. Con el poder ejecutivo israelí en mis manos, entre ocho posibilidades, cuatro diplomáticas –anunciar públicamente un ultimátum, comenzar un diálogo directo o secreto, firmar un acuerdo con Siria para aislar a Irán o no tomar ninguna medida sustancial– y cuatro militares –lanzar un ataque por tierra, mar y aire, destruir con la aviación todas las instalaciones nucleares, atacar únicamente las «prohibidas» o no tomar medidas concretas–, he elegido, por curiosidad morbosa y con la inocuidad virtual como atenuante, lanzar una tormenta de acero sobre los puntos neurálgicos del régimen de los ayatolás.

Si ustedes se interesan por la actualidad internacional, si desean recibir informaciones sucintas y amenas de cuanto sucede, pero también quieren participar de forma activa en los debates que surgen en torno a los acontecimientos presentes, quizá les parezca sugestivo el sitio www.playthenewsgame.com, creado por Asi Burak y Eric Brown, a quienes también se debe el exitoso juego PeaceMaker. A partir de una noticia real se plantea la situación, se explica cuáles son las partes contrapuestas y se da al visitante la posibilidad de predecir qué ocurrirá, o de encarnarse en una de aquellas para tomar su determinación. Una vez adoptada, se especifican las ventajas y los inconvenientes, y se da el tanto por ciento de votos a cada opción predeterminada. Asimismo, el participante puede expresarse con libertad en un foro abierto. Aunque se trate de plebiscitos informales, los gobernantes no deberían soslayar estos cauces para la expresión política ciudadana, que irán adquiriendo una importancia cada vez mayor. En el contencioso entre Israel e Irán, ¿cómo debería actuar el primer ministro judío según el dictamen popular expresado en la Red? Les dejo con la intriga, pero también con el enlace.

 
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