Pongamos los pies en la Tierra
He seguido con perplejidad, a través de los medios de comunicación, el viaje del transbordador espacial estadounidense Discovery a la estación espacial internacional. Siete astronautas han viajado al espacio… ¿para qué? La noticia no ha sido explicar el objetivo del viaje, sino que se ha centrado en que, por primera vez después del accidente en que se desintegraron otros siete astronautas, la NASA había decidido enviar al espacio una nave tripulada. Olvidando el objetivo de este apoteósico viaje, todo el Planeta se ha hizo eco del retorno espacial. Había pánico a que la escena del Columbia se volviera a repetir. Ya desde el despegue, las cosas empezaron a funcionar mal. Una pieza se separó de la nave y la dañó. La NASA declaró que no podía asegurar al 100% el regreso a la Tierra de los siete astronautas. ¿Creen que, sinceramente, estos son problemas verdaderos? Noam Chomsky y Ken Silvertone llegaron a la conclusión de que existían dos tipos de víctimas: dignas e indignas. En este caso, víctimas dignas serían los astronautas que mueren en su misión. En cambio, las miles de personas que mueren cada día en países del Tercer Mundo debido a enfermedades o guerras injustas parecen ser consideradas víctimas indignas. No comprendo el doble rasero que se suele aplica a las tragedias en las que hay vidas humanas de por medio. Tampoco puedo, ni quiero, entender cómo se puede invertir tal cantidad de miles de millones de dólares en misiones espaciales —en mi opinión innecesarias- y dejar de lado problemas que necesitan una inmediata resolución. Hablo del hambre, la injusticia, las enfermedades, la pobreza, el cambio climático, las guerras… Pongamos los pies en la Tierra y, cuando los tengamos bien asentados, entones despeguemos. Mi manera de protestar: cada vez que encuentre que hablan de un viaje espacial, cambiaré de canal, de dial o pasaré la página del periódico, sin prestarle la más mínima atención.
