Proyecto de salud de Obama, una opinión desde La Habana

Barck Obama, primer presidente afroamericano, asumió su mandato con uno de los legados más complicados que recoge la historia de Estados Unidos.  Los problemas van desde una crisis económica con características similares a la Gran Depresión de 1929, y otros graves desafíos internos en la salud publica, la educación, la inmigración, el consumo de drogas y muchos más, hasta las guerras en Afganistán e Iraq, y un preocupante escenario medioambiental global; herencia enmarcada en una pérdida de imagen externa aprovechada por terroristas y tiranos en todo el mundo, con el denominador común del cultivo del antinorteamericanismo y las equivocaciones de la era Bush.

Aún no se sabe si el Presidente Obama saldrá airoso ante tal cúmulo de retos, pero sí ha demostrado en los meses transcurridos desde su ascenso a la presidencia   poseer capacidad y   coraje para enfrentarlos.

Lamentablemente, su trabajo es dificultado por la labor de zapa de políticos mezquinos e intereses poderosos para evitar los cambios que con urgencia requiere la sociedad norteamericana. Ahora con la propuesta de reforma al Sistema de Salud, en lugar de hacerse una oposición leal se recurre a mentiras para crear un ambiente de histeria, basado en prejuicios y adulteraciones de la propuesta de su Administración. Así, la Señora Sarah Palin, ex gobernadora de Alaska y candidata a vicepresidenta, en un mensaje publicado en Facebook manifiesta: “La América que conozco y quiero no es aquella en la que mis padres o mi bebé con síndrome de Down tendrán que enfrentarse al Comité de la Muerte de Obama para que sus burócratas decidan, de acuerdo con su juicio subjetivo y su nivel de productividad en la sociedad, si merecen seguro médico.”

Esa falsedad ha servido para cultivar la histeria sobre la existencia de supuestos Comités de la Muerte. 

Asimismo, se ha divulgado la noticia de que la nueva ley daría al gobierno libre acceso a las cuentas bancarias de cada ciudadano, un bulo que nada tiene que ver con la realidad. Simultáneamente,  la enorme campaña desplegada por los lobistas al servicio de grandes compañías farmacéuticas y de seguros divulga fotos del Presidente con un bigote al estilo de Adolfo Hitler y mentirosos letreros para infundir terror en los ciudadanos.

En realidad, el ejecutivo propone terminar una situación insostenible, por la que cerca de 50 millones de norteamericanos no tienen seguro médico, y  otros lo tienen con enormes limitaciones que no abarcan muchas enfermedades y servicios. Paralelamente, los costos de la atención a la salud crecen sin cesar.

Mientras, la nación generadora de alrededor del 25,0% del PIB mundial queda retrasada frente a su vecina Canadá,   naciones de Europa, e incluso en importantes cuestiones detrás de países en vías de desarrollo, según indicadores  periódicamente brindados por  la Organización de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) en cuanto a esperanza de vida, mortalidad infantil y otros.

Resulta paradójico, pues Estados Unidos es el país que realiza los mayores gastos relativos y absolutos en atención a la salud. De acuerdo con  las cifras publicadas en el Informe sobre Desarrollo Humano (IDH) 2007-2008 del PNUD, invirtió el 15,4% de su PIB en el 2004, con  un  per cápita  de  6 096  US$, a Paridad de Poder Adquisitivo,  casi el doble de los montos de Suecia, Noruega, Canadá, Holanda, Finlandia y Dinamarca,  que poseen sistemas con participación pública activa y  los mejores resultados a escala planetaria, sin limitar la gestión privada, en contextos que evitan ambiciones desmedidas. Es una contradicción que Estados Unidos con esta fabulosa inversión y una abrumadora superioridad mundial en avances científico- técnicos en la salud, tenga estos crecientes problemas. 

Los intereses que promueven la campaña contra la reforma del sistema de salud, deberían recordar que el egoísmo y las ansias desenfrenadas de ganancias fueron la génesis de la presente crisis económica global.

 

No se trata de limitar la creatividad individual y las aspiraciones lógicas de ganancias, sino de establecer reglas justas y equilibradas. Si continuaran elevándose los costos de salud, la cantidad de personas sin seguro y el establecimiento de “Seguros inseguros”, esto podría desembocar en lamentables desequilibrios sociales.

La reducción de los costos de los productos y servicios pudieran minorar las super-ganancias de hospitales, aseguradoras y grandes compañías farmacéuticas, que hoy son las beneficiarias de los enormes gastos del presupuesto estadounidense, pero al mismo tiempo se extenderían los servicios a más personas abriéndose el mercado, lo cual  les ofrecería amplias ventajas. Sin embargo, existe el peligro de que esto no se entienda, con la parálisis del noble propósito de Obama.  

Resultaría ingenuo desestimar el enorme poder opuesto a las reformas. Una derrota del proyecto sería  un apoyo a las fuerzas antidemocráticas en el mundo; los Chávez, el totalitarismo iraní y otros enemigos de la libertad, que ven en el prestigio del Presidente un obstáculo para sus malvados objetivos, y están preocupados por el paulatino ascenso de la imagen internacional de Estados Unidos.

Lo que se juega hoy en Estados Unidos no sólo compete a sus ciudadanos, sino a todos los demócratas del mundo.

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