Queda mucho por hacer

Durante el pasado fin de semana he tenido la oportunidad de asistir y participar en París en un Congreso organizado por la Asociación Francesa de Víctimas del Terrorismo y la Red Europea de Víctimas del Terrorismo al que han asistido víctimas de diferentes países europeos como Irlanda, Gran Bretaña, Argelia, Italia, Francia y España. También estaban presentes varios miembros del Ejército de Colombia que hasta hace muy poco tiempo estuvieron secuestrados por las FARC y que tras su liberación, se encuentran en la capital francesa en un periodo de formación universitaria.

Si tuviera que resumir las dos conclusiones principales de lo vivido y escuchado en este Congreso, diría, como en el chiste, que una de las conclusiones es buena y otra, mala. Empecemos por esta última. En algunos países, el debate en torno al terrorismo, a sus causas, se encuentra en un estado muy embrionario y se reduce, o bien a preguntarse que es terrorismo o incluso a teorizar e intentar justificar que en algunos supuestos –regímenes dictatoriales, procesos de liberación- está justificado el uso de la violencia terrorista.

Reconozco que escuchar en el final de la primera década del siglo XXI este tipo de cuestiones resulta muy duro, a lo que sin duda no es ajeno que muchos de esos “argumentos” son los mismos que se han empleado en nuestro caso por parte de la banda terrorista ETA y de su entorno para intentar “justificar” sus crímenes. Junto a ese debate absolutamente estéril sobre lo que es terrorismo y sobre sus causas, se une el absoluto desamparo que en países de nuestro entorno sufren las víctimas del terrorismo, tanto por parte de los poderes públicos como de la propia sociedad.

La conclusión buena de este Congreso parisino ha sido, obviamente, volver a comprobar que en nuestro caso, en el caso de las víctimas del terrorismo en España, las cosas se han hecho sustancialmente bien y estamos a años luz, por delante de muchos países, en todo lo referido a apoyo y reconocimiento social de las víctimas, así como en aspectos referidos a legislación y ayuda asistencial.

Pero más importante que esos aspectos de reconocimiento y ayuda fue el oír a víctimas españolas de ETA o del 11-M, como María del Mar Blanco, Teresa Jiménez Becerril, Cristina Cuesta o Ángeles Pedraza, articular un discurso y explicar al resto de asistentes, que nada puede justificar el uso de la violencia terrorista. Que el derecho de autodeterminación o de liberación de un pueblo, son simples excusas o pseudo-argumentos empleados por los terroristas para justificar sus crímenes, y que lo único que persiguen es destruir nuestro sistema de valores; que el terrorismo debe de ser considerado por la legislación penal internacional como un crimen contra la humanidad; que no se puede aceptar la mas mínima equiparación entre las víctimas y sus verdugos; que las víctimas sólo piden, Memoria, Dignidad y Justicia.

Dentro de la desgracia y el enorme dolor que ha supuesto para la sociedad española, y fundamentalmente para las víctimas, la existencia de un terrorismo, el de ETA, persistente durante los últimos cuarenta años, al que hay que añadir el atentado del 11-M, no deja de ser reconfortante que nuestro País y especialmente las víctimas del terrorismo españolas son un referente para otros Países y para sus víctimas. Pero junto a este hecho, también hay que reconocer que, a nivel internacional queda mucho por hacer para lograr algo tan básico como que al terrorismo no se le de ninguna coartada y que sus víctimas tengan todo el reconocimiento que se merecen.

 
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