¿Quo vadis Zapatero?

Lleva siete meses en La Moncloa y la sensación de inconsistencia, de insolvencia que transmite para desempeñar tan alta responsabilidad va calando como por ósmosis en la sociedad. Nunca antes, desde la transición democrática, de ningún Presidente del Gobierno se había tenido esa impresión. Ni AdolfoSuarez, ni Felipe González, ni Leopoldo Calvo Sotelo, ni José María Aznar, habían despertado ese sentimiento ante la opinión pública. ZP sí, porque el cúmulo de errores —algunos muy graves- cometidos por él y por sus ministros en este medio año largo ha batido todos los récords imaginables. Hacer la relación exhaustiva de meteduras de pata, rectificaciones, globos sonda, agresiones innecesarias de este Gobierno y de su Presidente, empieza a ser una tarea ardua por su extensión, pero sin duda, hay dos grandes campos que destacan: en la política exterior, las difíciles relaciones con Estados Unidos y con su Presidente Bush, y en los temas internos, el sometimiento a los dictados de Maragall-Carod y una política absolutamente agresiva contra la Iglesia y contra los valores que esta defiende y representa. El pasado 2 de noviembre, ZP se llevó uno de los mayores disgustos desde que es Presidente del Gobierno: George W. Bush había ganado las elecciones y era reelegido Presidente de Estados Unidos. Ya en aquellas horas ZP fue consciente que su decisión de salir corriendo de Irak, sin respetar el plazo del 30 de junio; su llamamiento desde Túnez a los países que tenían tropas en Irak para que las retiraran; el no haberse levantado al paso de la bandera americana en el desfile del Día de las Fuerzas Armadas del pasado año, le iba a costar muy caro. Tan caro, que ha tenido que “utilizar” al Rey Juan Carlos para que hiciera de intermediario ante Bush e intentar así recomponer unas relaciones, absolutamente deterioradas, debido a su torpeza y a su falta de visión política En casa, las cosas no le van a la zaga. Su debilidad parlamentaria le hace estar a merced de los diputados de la Ezquerra Republicana de Catalunya, situación que también aprovecha en beneficio propio, Pasqual Maragall. El ultimátum lanzado hace unos días por Carod Rovira a Zapatero en la propia sede de la Presidencia del Gobierno, marcándole el plazo y la forma en que tenía que rectificar lo del valenciano y el catalán en la Unión Europea, ha sido uno de los espectáculos mas lamentables de nuestra historia reciente. Todo un Presidente del Gobierno de España, cediendo al chantaje del líder de un partido independentista y que además se reunió hace unos meses con la dirección de ETA en Perpignan para negociar una tregua de la banda terrorista sólo para Cataluña. Pero donde ZP se ha cebado, y con él su partido y sus ministros ha sido en todo lo relacionado con la Iglesia y los valores religiosos. La equiparación de las uniones entre homosexuales a los matrimonios entre un hombre y una mujer; la adopción de niños por parte de los homosexuales; el aborto libre; la agilización del divorcio; la devaluación de la asignatura de la religión; la financiación de la Iglesia Católica; la investigación con células madre y la eutanasia es el listado de actuaciones sectarias, que hieren unos sentimientos, unos valores, claramente mayoritarias en el seno de la sociedad española. Y encima, los señores del Gobierno y sus terminales mediáticas se quejan y critican que la Iglesia y los católicos adopten medidas y se movilicen para defenderse de estas agresiones. Siete meses de desgobierno, de romper con todo lo que habían hecho los Gobiernos de Aznar, de no tomar decisiones en las cuestiones que afectan a los ciudadanos —la única excepción sería la Ley de violencia de género- de descolocar a nuestro País en el escenario internacional; de dar una imagen de debilidad ante los nacionalismos disgregadores. Un panorama por tanto nada alentador. ¡Y sólo llevamos siete meses! Por eso no es de extrañar el durísimo editorial que “The Wall Street Journal” dedicaba a Zapatero hace unos días bajo el significativo título de “Primer Ministro accidental”. Decía el citado editorial que “puede que haya cuatro largos y oscuros años por delante en la Península Ibérica”. Sólo hay que desear que se equivoque el editorialista del prestigioso rotativo en cuanto a la duración del periodo de oscuridad. Parafraseando a Rubalcaba, aunque no en su literalidad, los españoles no se merecen ni un Presidente ni un Gobierno tan mediocre.

 
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