Ruedas de prensa vacías

Sorprende la agobiadora soledad de muchas ruedas de prensa convocadas por políticos. Pasa la cámara por la sala y descubrimos apenas media docena de esforzados informadores, algunos incluso con pedigrí, repartidos entre multitud de asientos vacíos. Y hasta dan pena los portavoces convocantes, ellos consigo mismos diciéndose lo que tengan que decirse.   Pero más solos van a quedarse todavía algunos políticos de vocación preconciliar, dispuestos a promover una modalidad de diálogo con el pueblo que consiste en lanzar sus mensajes de espaldas al interlocutor. Como José Luis Rodríguez Zapatero en la presentación de Miguel Sebastián, candidato socialista a la Alcaldía de Madrid. Convocan rueda de prensa y acude una multitud de informadores que llenan la sala. Salen los convocantes, ponen cara de foto, dicen lo que tienen que decir, y se largan. Sin admitir ni una pregunta.  Muy pocos días después, chupando rueda en lo que se refiere a malas prácticas, es Mariano Rajoy el que se decanta por esta modalidad de periodismo declarativo que pasa por convocar a los medios de comunicación para dictarles lo que tienen que publicar.   Se queja la Asociación de la Prensa de Madrid de la “reiterada mala práctica de los líderes políticos que limitan algunas de sus comparecencias públicas ante los medios de comunicación a una mera declaración sin preguntas”. Y advierte esta asociación, que representa a una proporción mayoritaria de los periodistas asociados en nuestro país, sobre el manifiesto perjuicio que estas prácticas suponen al derecho de los ciudadanos a una información contrastada y completa.   Añade la Asociación de la Prensa de Madrid un llamamiento a los dirigentes políticos y a sus directores de comunicación para que destierren estas malas prácticas, “que suponen un desdén hacia los periodistas, y, especialmente, a los ciudadanos”.   Si yo fuera director de periódico, no enviaría a unos de mis redactores a cubrir una rueda de prensa en la que no pudieran formularse preguntas y repreguntas. Por pura economía de medios. Para transcribir al dictado lo que el político de turno quiere decir, no tiene sentido gastarse ni el taxi que cuesta desplazarse hasta el lugar de convocatoria. O quizás no: si fuera director de periódico, podría considerar la posibilidad de sacarle algún partido a la situación. Puestos a servir de soporte publicitario de posiciones, declaraciones o manifiestos sin opción a indagación, contraste o pregunta, ¿por qué no cobrar a tanto la línea? Podríamos sacar buena tajada y daríamos la razón a todos esos políticos y asesores de políticos que todavía creen que los periodistas van a las ruedas de prensa por los canapés.

 
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