SOS menores: música por fuera, sexo por dentro

He tenido ocasión de realizar en los últimos días una entrevista a Ángeles Pérez, responsable del estudio “La imagen de la adolescencia en las revistas juveniles: la distorsión del espejo”. La conversación, cuyo contenido resultó sumamente interesante, se publicó este lunes en un medio vinculado a Popes80.com y ha provocado abundante revuelo en ciertos entornos musicales y periodísticos. Los más próximos a determinadas revistas juveniles se han visto afectados y se han puesto muy nerviosos, mientras que el usuario medio de Internet nos ha hecho llegar sus felicitaciones por difundir el contenido del estudio.

Que de una investigación de las diez revistas juveniles más vendidas -fundamentalmente musicales-, la principal conclusión que podemos sacar es que los contenidos que en ellas se ofrecen son, en su gran mayoría, para adultos, nos puede dar una idea de la gravedad de esta denuncia mediática. Si además podemos añadir que la proporción de informaciones musicales y sexuales se desequilibra hacia las segundas, la luz de alarma es señal obligatoria. Conviene resaltar también, como recuerda la propia responsable de este estudio realizado y difundido por el OCTA (Observatorio de Contenidos Televisivos y Audiovisuales), que aunque los compradores de estas revistas “suelen ser los padres”, desgraciadamente los destinatarios son “jóvenes menores de edad entre los 10 y 16 años”. Jóvenes que aprenden, por cierto, gracias estas ordinarias revistas –porque esa es otra, mira que son ordinarias-, que las mujeres “tienen que ser espectaculares, no tener granos ni celulitis, salir de fiesta con las últimas tendencias en moda, y estar dispuestas para el sexo en todo momento”, tal y como me explicaba Ángeles Pérez.

“¿Y usted qué considera contenidos para adultos?”, me preguntaban ayer en un correo acusador que aprovecho para responder aquí. Aunque Ángeles Pérez explica muy bien que en estas publicaciones, que se dicen a sí mismas “musicales”, las únicas cuestiones que “les interesan de los artistas son los modelos que se ponen y los cuerpos que tienen", basta solicitar al OCTA el estudio para comprobar con espanto cómo la estética, la moda y el sexo tienen una presencia obsesiva en cada esquina. Y por lo demás, supongo que para mí los “contenidos para adultos” son lo mismo que para usted: las imágenes abiertamente pornográficas, la “feliz” visión que se ofrece de las drogas y el alcohol –a veces como condimento indispensable para la diversión-, los contenidos de los consultorios sexuales –conviene recordar que el estudio refleja que quienes participan en ellos con sus asombrosas preguntas suelen tener 10, 11, 12, 13 o 14 años-, el ejemplo lamentable que dan algunos artistas en sus entrevistas, o la recogida encubierta de datos personales a través de test o encuestas.

Ustedes, y ahora me refiero sólo a los que han puesto el grito en el cielo al ver cómo algunos dábamos bombo a este “intolerante” estudio del OCTA, podrán decirme lo que les parezca sobre este asunto, pero no me vengan con acusaciones de censura, de moralinas diversas, de puritanismo trasnochado o de otras estupideces que suelen sacar a paseo en éstas situaciones. Porque esta vez no hay confusión, para desgracia de todos, está demasiado claro: incitar, directa o indirectamente, al sexo a niños y niñas desde los 10 años, grabando en sus cabecitas –como si fuera lo más normal- que deben mantener relaciones sexuales urgentemente para dejar de ser “anormales” es una bestialidad inhumana y un engaño masivo con graves consecuencias, si es que no es un delito. Y más aún si la excusa exterior es una “inofensiva revista musical”.

Para el estudio se han analizado la Super Pop, Bravo, Nuevo Vale, Top Music & Cine, Operación Triunfo, La Revista 40, Star 2, Loka Magazine, Hip Flow y Heavy Rock. Sólo Nuevo Vale y Loka Magazine advierten que sus contenidos no son recomendables para menores. Ángeles Pérez matiza también que la Revista 40 "no es de las peores, pero no es una revista de referencia musical" y que Hip Flow y Heavy Rock "son dos revistas especializadas que han sorprendido positivamente por sus contenidos".

Pensaba terminar el artículo pidiendo a las autoridades que pongan algo de su parte para evitar que se siga esparciendo estiércol en menores y ensuciando el nombre de una de las artes más bellas, como es la música, haciéndoles creer que el mundo musical empieza en los modelitos que utiliza David Bisbal en sus juergas nocturnas y termina en las costumbres sexuales de Britney Spears. Pensaba hacerlo, pero creo que no compensa. Total, ¿a qué autoridades vamos a pedir ayuda? ¿A los mismos que consideran que “no es tan grave” que un ayuntamiento reparta relatos pornográficos en los colegios o a los que quieren sustituir en las escuelas los textos de Platón y Aristóteles por las viñetas de “Alí Babá y los 40 maricones”?

Mejor luchar solos que mal acompañados.

 
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