Salvad los restaurantes de España - El Landó, Casa Lorenzo, Casa Rafa

Casa Rafa. Tantos y tantos mercedes ronroneando en la puerta no son casualidad: en Casa Rafa lleva décadas comiéndose muy bien, las mismas décadas que este establecimiento vieja escuela lleva poniendo un aire de lujo vividero y confortable en ese bulevar de la menestralía que es la calle Narváez, milla de oro de las mercerías. Casa Rafa mantiene una costumbre muy española, como es poner a la vista un bodegón con su género: aquí se viene a comer marisco, y a uno casi le entran ganas de acariciar a las cigalas. El lugar es caro, claro, y por eso ha atraído legendariamente a no pocos socialistas, pero también atrae a no pocas almas que no saben dónde cenar un domingo y que se gastan media pensión en su salpicón renombrado. La última vez que fuimos decidimos hacer un gran repaso por la mar océana: ostras, gamba roja, angulas, espardeñas, sopa de pescado, cocochas rebozadas, cogote de merluza y arroz con leche, antes de terminar con otro arroz con leche y creo que también una torrija. Si llega a haber sirena, la pedimos. Fue una comida ampulosa en una marisquería que se aleja de la ampulosidad común de las marisquerías españolas –no hay redes en el techo, ni centollos de plástico. Para beber, quisimos pedir una botella del albariño Sketch, atraídos por su fama recóndita: muy difícil de conseguir, el vinatero lo añeja en un palé metálico en el mar. Así ha conseguido mucha leyenda y que se le echara a perder la mitad de la cosecha. En Casa Rafa se les había acabado, y estuvo bien, porque luego lo probamos y no merece la pena, en tanto que los dos riesling de Wittmann que pedimos tenían todo el gozo que desde antiguo se ha celebrado en el ‘hock’. Con el postre, el prestigioso Moscatel 125 de Chivite volvió a ser un desengaño, pero la comida la hubiera apreciado, a ciencia cierta, el buen Horacio. Nota bene: en estos sitios de gran género, siempre compensa pedir la sopa de pescado: la nuestra, hecha al momento, infusionó como un milagro. Nota bene dos: las cocochas rebozadas son plato de la mayor complicación: es mejor poner cuidado y hacerlas en casa, pues las variaciones de tamaño y grosor entre ellas hacen que sea imposible un punto uniformado: esto puede tener su gracia, pero no cuando el fuego se ha comido a las cocochas.

El Landó. El Landó está rodeado de restaurantes en los que, por instinto de conservación, no entraríamos nunca, y viene a ser algo así como un Lucio sin americanos. Es más, pertenece por cuestiones familiares y societarias al imperio de Lucio, que, al igual que el imperio holandés, no necesita ser muy grande para ser muy rentable. Camareros raciales, de los que dejan la botella de vino en la mesa como quien tira un ladrillo y que atienden con esa mezcla de impaciencia y mala leche tan hispánica: por pura paradoja, resultan entrañables, quizá por estar ya amenazados de extinción ante la mano de obra de importación y ese otro servicio de los restaurantes minimalistas y ambiciosos –pienso en Ramón Freixa-, en el que los camareros parecen seres puramente biónicos de origen étnico imposible de trazar, y que se comportan como si les hubieran prohibido toda expresión de gestualidad humana. El Landó es también el género de restaurante con fotografías de famosos en las paredes, pero no esas fotografías tan astrosas de algún jugador del Atleti del año 91, sino de Richard Gere, Hugh Grant, Benicio del Toro: les toman las fotos después de comer y aparecen todos sonrosados y sonrientes, tras haber dejado por un momento el budismo por los callos. Al mirar las fotografías, pensé que si llega a ir, pongamos, Isaiah Berlin a comer, nadie le hubiera hecho ni caso. El Landó es uno de estos lugares masculinos, el típico restaurante donde nunca quedarían dos amigas a comer. La carta de vinos se adapta al gusto del constructor medio español, pero el vino de la casa es cosa seria y digna de alabanza: un Contino de reserva, en este caso 2005, un vinazo y una lección. Tomamos, por supuesto, los huevos estrellados, después de unas gambas con un punto de sensibilidad perfecta –y rebosantes de masa encefálica-, para finalmente acometer una carne roja también perfecta de cámara y de punto. Esto es muy reseñable porque en Madrid, en lo que respecta a la carne, vivimos en el reino de la irregularidad y la incertidumbre. Como en España tomar postre se entiende que es cosa de homosexuales, la casa, previsora, pone un platillo con dulces del que uno pica un poco –concretamente, hasta acabárselo. Después darían ganas de pedir un soberano, para sentirse aún más español, y me emocionó que nos tentaran por dos veces con los puros. Al salir, el descampado frente a las Vistillas es la plaza de nada más y nada menos que Gabriel Miró, a quien, ahora que lo pienso, tampoco hubieran hecho foto al entrar, y eso que, en su melancolía, fue quizá nuestro escritor más fotogénico.  

Támara-Casa Lorenzo. No sé cuántos estratos geológicos hay entre el bar del hotel Puerta de América y el comedor de Támara-Casa Lorenzo, pero lo cierto es que este venerable restaurante palentino debería tener su estrella michelín si el mundo no se rigiera por la iniquidad. En las paredes cuelgan viejos diplomas al mérito turístico y recuerdos documentales de cuando el restaurante estaba en la calle del pintor Casado del Alisal, allá en Palencia. En general, Támara-Casa Lorenzo –otro restaurante macho- provoca muchas risas por el olor a ozonopino, el discutible gusto tipográfico, el hecho de que esté en ese compendio de inhumanidades urbanísticas de la Avenida de América, o una decoración que combina con todo desenfado una vista de Piranesi y un sombrero mexicano. Pero su tortilla de patatas, agradablemente babosa, y termosellada al momento, conoce no pocos peregrinos, su carta de vinos tiene las mejores añadas de la Ribera –tomamos un Terreus, el gran vino de Mauro, del noventa y tantos- y sus ternísimos asados y sus postres –conviene tomar dos o tres por persona-  han atraído a una clientela fiel por sabia. Creo que es nuestro gran conservatorio de la cocina castellana, de una autenticidad tan nítida que no les hace falta subrayarla. Iba muy en serio lo de la estrella michelín.

 
Comentarios
Envíanos tus noticias
Si conoces o tienes alguna pista en relación con una noticia, no dudes en hacérnosla llegar a través de cualquiera de las siguientes vías. Si así lo desea, tu identidad permanecerá en el anonimato