Senadores, es la hora del baño

Mal que le pese a Salvador de Madariaga, nuestro Senado viene a ser aquello en lo que el Senatum acabó convirtiéndose durante el Bajo Imperio romano: una asamblea de “chichinabo”, donde el estrés sólo es concebible en términos de ralentización de la motilidad intestinal, que es la acción fisiológica del tubo digestivo encargada de desplazar el contenido del bolo alimenticio desde la boca hasta el ano. Dicho sin guarrerías petulantes, en sentido metafórico y sin ánimo de ofender a nadie, se asemeja a un obsceno baño turco (como el cuadro de Ingres que cuelga en el Louvre), donde revolotean muchos chichis y otros tantos nabos, que se lo montan la mar de ricamente a costa del contribuyente.

Si en algo anduvo de acertada la Constitución republicana de 1931, tan denostada por Lerroux, Alcalá Zamora, Ortega y Gasset y Unamuno, fue en la abolición del Senado. Pero mira por donde, fue espicharla Franco, y volvieron a joderla los becarios a quienes algún insensato encomendó la redacción de la Ley para la Reforma Política, reviviendo un cadáver moribundo que estaba mucho mejor muerto.

Dos años después, la Constitución del 78 (tan sobrevalorada como la paloma de Los Evangelios), optó por la pajera abierta, aliñando unas Cortes Generales de tipo bicameral, no fuera a ser que se cabrearan los trabucaires de siempre. Desde entonces, la institución vive del cuento de la matraca: el mantra insostenible de la cámara alta de representación territorial, donde acuden a vomitar la bilis por los higadillos las hordas de frenopáticos que abjuran de España por miedo a contraer la erisipela ibérica.

Hoy, el Senado es un burdo pretexto para el sobresueldo de pajines, cospedales y demás eminencias (en total, 263 culiparlantes, entre electos y designados) que, aún hablando en el mismo idioma que Cervantes, utilizan otro lenguaje que requiere de un intérprete para su entendimiento. En cierta ocasión que no viene al caso exclamó con sorna el senador Anasagasti que algunos no son más tontos porque no entrenan, pues semejante gilipollez no se le ocurre ni a los “malos tontos” que Carmen Posadas pide a Dios que los ponga a buen recaudo para no tener que encontrárselos de frente, porque le dan grima.

Sí, ya sé que a estas alturas del funicular debiéramos estar todos vacunados contra el escorbuto. Pero me confieso un pardillo indignado y jodido como una puta virgen de las novelas de Cela, al constatar el rostro pétreo que tiene la clase política general para proveerse sueldos y pensiones que pagamos los asalariados de nómina con nuestros impuestos a sabiendas de que para cuando nos jubilemos se lo habrán embuchado todo ellos, pues los cementerios de elefantes estarán llenos a rebosar de listorros embalsamados como momias egipcias y no habrá para los parias ni una tumba libre donde caerse muerto.

Don’t cry for me Spain. No merece la pena. Ni una sola lágrima negra por un país anestesiado con el calcetín de un peregrino santiagués, del que más pronto que tarde volveremos a exiliarnos de nuevo quienes si no lo hicimos en tiempos del Generalísimo es porque andábamos todavía enganchados a la teta de la madre que nos parió mientras otros ya estaban enganchados de por vida a la teta exhausta de la vaca lechera pública.

Ongi etorri, benvinguts, benvidos. Welcome to the Senate of Spain. A pesar de mi lenguaje premeditadamente descarnado y hasta en ocasiones rocinante ¡Me rulo de la risa! Si no fuera porque ahora lo que me tiene en vilo es saber si Vicente del Bosque se va a atrever a entronizar a Víctor Valdés previo sacrificio de Casillas (que desde que se nos ennovió, el hombre es que no para ni una, cosa comprensible con una moza tan esplendorosa), seria para tomárselo en serio y promover una campaña disuasoria del ejercicio del derecho de voto. ¿Sufragio universal? ¿Para qué? ¿Para legitimar a esta tropa panchovillera que nos desgobierna? (…) ¡Mourinho for President!

 
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