Sigue la oligarquía

La oligarquía es consciente de los medios para retener el poder. De hecho sabe que salvo sucesos extraordinarios, como una revuelta popular de tipo de la que ha ocurrido en Túnez o un desplazamiento del cuadro electoral como el que ha tenido lugar en algunos países centroeuropeos, lo importante es mantener satisfechos a los órganos de control, despreocupándose de las consideraciones de justicia distributiva.

Por ello, no pueden sorprendernos los datos de la gestión de la crisis española. La oligarquía no ha vacilado en afectar con sus recortes a los sectores públicos que teóricamente cumplen funciones sociales más importantes, desde la Sanidad a la Educación. Tampoco ha dudado en afectar a lo que en las consideraciones clásicas se denominaba el aparato represor del Estado, desde jueces a policías o militares. Todos esos grupos sociales pueden dar cuenta de la bajada de percepciones económicas en el último año a despecho de la inflación.

Por el contrario el núcleo del poder político, incluyendo especialmente la financiación a partidos ha subido en cantidad si comparamos el 2010 con el 2009. También se han aumentado las partidas sindicales que se engordan a través del camelo de la formación, precisamente en el año en el que hay crisis de becas a los estudiantes de grado y postgrado y las tasas han aumentado en el conjunto universitario.

Este sistema neocorporativo que sufrimos tiene, sin embargo, sus puntos débiles que se inician con la desafección de la población hacia los órganos de encuadramiento social, que pierden su capacidad y sus ventajas si no pueden mantener a “las masas”, como se decía antes, encuadradas. Esto ha ocurrido en la reciente historia con partidos y sindicatos, y en este punto España no tiene que ser necesariamente diferente.

Las oligarquías pueden ser torpes en estas circunstancias. Cuenta Chateaubriand que planteado ante el Parlamento de Bretaña un fondo para nobles huérfanos, el Tercer Estado preguntó que ocurría con los suyos. Un noble contestó, vuestros hijos a la inclusa; minutos después lo lincharon.

 
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