Tierra de Cómplices

Bien saben un buen puñado de madrileños, de andaluces y de catalanes —y por supuesto, de gallegos- que uno de los grandes paraísos de veraneo se esconde en la costa de lucense. Me hablan cada año de la belleza de las playas, del clima refrescante y de la oferta cultural de la zona. Cada verano somos más porque muy pocos se atreven a no repetir. Aunque hay cosas —y no me refiero a al clima- que van a peor. En uno de los grandes referentes turísticos de la zona, la oferta musical del verano, que había tocado el cielo años atrás, se sumerge ahora en la mayor de las miserias. La apuesta, casi excluyente, de los nacionalistas gallegos por la música tradicional de la tierra también influye en la debacle. La falta de presupuesto y la poca imaginación se encargan de lo demás. Me lo contaban ayer con la barra de un bar por medio. De vacaciones, todos los años, me acerco a charlar con los del lugar para ponerme al día. Siempre pregunto por las actuaciones musicales previstas para las próximas semanas. Recuerdo hace pocos años grandes conciertos de Joaquín Sabina, de Presuntos Implicados, de La Unión... Este año tan sólo cuelgan por las calles carteles de música tradicional. Sobredosis de folk y muñeiras. Tengo la impresión de que alguien pretende hacernos creer que, en Galicia, sólo de gaitas vive el hombre. Absurda pretensión de consecuencias previsibles. En cambio, la oferta cultural de los alrededores brilla incluso mejor que años atrás. A pocos pueblos de aquí, las noches de verano serán amenizadas por artistas de la talla de Coti, Antonio Vega o La Guardia. Sin que esto signifique renunciar a las gaitas y las muñeiras. Que son fabulosas pero insuficientes. La música tradicional gallega, como la de otras comunidades, es un bosque de riqueza cultural. Una joya muy bien conservada que cualquiera puede admirar y reconocer fácilmente. Sin embargo, también como las demás, es insuficiente para cubrir la demanda cultural de un montón de ciudadanos que están de vacaciones en esta zona, procedentes de toda España y también del extranjero. Resulta sorprendente que una tierra alabada pública y reiteradamente por artistas como Amaral, La Unión o Los Limones se quede un año más sin actuaciones musicales relevantes. Confío en la influencia de Teo Cardalda. Me han contado que el líder de Cómplices ha plantado aquí medio corazón y pasa largas temporadas en su nueva residencia costera. Seguro que él y María, que son —además de muy buena gente, según me han contado- un torrente de constante actividad, tienen algo previsto para el futuro de las actividades culturales del pueblo. Su situación privilegiada en la historia musical española, sus contactos y su experiencia podrían ayudar a mejorar la situación. Se lo propondré cuando los vea, sin miedo a perturbar su descanso, porque los enamorados de la música solemos entendernos bien. Al fin y al cabo, esta es ya Tierra de Cómplices. Así sucede en cientos de lugares. Muchas veces, en España, los conciertos ofrecidos por los ayuntamientos, no dependen de la gestión de un concejal de cultura, sino que responden al empeño de promotores culturales anónimos y a empeños personales. Es un buen momento para lograr que, el año próximo, el turismo de A Mariña Lucense, pueda disfrutar de un veraneo con una oferta cultural completa y abierta. O sea, lo que se merece. Mejorando lo presente. Porque pocos pueblos pueden presumir de tener un mono, un tal “Patata”, que se escapa de su dueño y visita las casas de los vecinos de medio pueblo —entrando con agilidad por las ventanas- mordiendo a algunos de ellos y ocupando solemnemente los sillones del salón de otros tantos. Sin duda, este que recoge hoy toda la prensa regional y parte de la nacional, será el acontecimiento “cultural” del verano en este paraíso costero.

 
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