Tod’s posible

El miércoles hubo fasto en el Coliseo romano para presentar oficialmente el comienzo de la restauración del monumento, financiada por la marca de calzado Tod´s. Puede decirse que ahora Italia tiene también su Zapatero –así, con mayúscula y por antonomasia–, que en este caso no se apellida Zapatero sino Della Valle, dueño del emporio. Es quien ha puesto los veinticinco millones de euros que Berlusconi le estaba racaneando no ya al anfiteatro de los tiempos imperiales, sino al escenario de algunos de sus mítines. ¿Se ha vuelto este hombre insensible a la necesidad de preservar los lugares con historia? No pasa nada, ya viene el empresario pujante para dejar las piedras vetustas impecables como la piel de sus gommini.

En abstracto, a uno le parece bien que el mecenazgo privado supla carencias presupuestarias cuando se trata de mantener el patrimonio cultural. Lo urgente es paliar el deterioro, y ya luego se hacen las cuentas. Aun así, hay como un escrúpulo a que determinada empresa disponga en usufructo de algo tan magno como el Coliseo. Se me viene una analogía no sé si disparatada: el también colosal Orson Welles, después de haberlo sido todo en la radio y en el cine, se vio obligado durante sus últimos años a ganarse la vida malbaratando su voz en anuncios de laxantes y comida para perros. Como el Flavio, hubo de entregarse a algún postor que lo sacara de la ruina.

Así pues, durante quince años prorrogables, los permisos sobre derechos de imagen del Coliseo tendrán que solicitarse a Tod’s, como ha podido comprobar Volkswagen para rodar allí un anuncio. William Wyler se libró, pero un remake de Vacaciones en Roma no tendría tan expedita hoy la filmación del paseo en Vespa de la princesa y el periodista. Por cierto, la vivienda de este en la ficción, Via Margutta, 51, también parece que anda en el descalabro: si Tod’s asumiera su restauración, podría diseñar un rentable «tour Hepburn» estableciendo en el edificio un museo dedicado a los modelos de la actriz, quizá en joint venture con Givenchy, aunque esta firma empezara a vestirla en la película siguiente, Sabrina. Al fin, esos detalles pocos turistas los conocen, y a menos aún les importan.  

Derechos de imagen aparte, la propia imagen el Coliseo plantea incertidumbres por las alteraciones que puedan imprimirle los costeadores de su futuro esplendor. En el mejor de los casos, la presencia de la marca se reducirá a grandes lonas que cubran temporalmente las fachadas y a unas placas discretas que perpetúen el recuerdo del generoso desembolso. En el peor, siempre puede ocurrírsele a la empresa tallar en la piedra de alguno de los arcos un extemporáneo zapato corporativo, igual que se esculpió un insólito astronauta en la fachada norte de la catedral nueva de Salamanca (aquí con gran arbitrariedad, pues la restauración no corría por cuenta de la Agencia Espacial Europea). Como paga, Tod’s posible.

 
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