La Unión Europea: satisfacción o decepción

Por fin terminaron los tormentos de la Constitución para Europa: el texto se murió.

La agonía comenzó en el 2005, cuando en sendos referendos Francia y Holanda se pronunciaron en contra del documento, y acabó en Bruselas tras haber concluir unos debates que han abierto un profundo abismo entre los líderes de la UE. Está claro que no se logró salvar la Constitución en su versión completa, la única salida para los líderes de los países comunitarios era salvar “al menos la esencia”: su versión reducida, esquilmada e invertebrada, modestamente bautizada Acta constitucional. Se prevé que este enano constitucional entre en vigor hacia el 2009.

Decir “enano” no es ofender, sino constatar un hecho. Por ejemplo, debido a la oposición de Londres, se excluyó de la Ley Fundamental comunitaria la Carta de Derechos Fundamentales, mejor dicho, permanece pero ha perdido su vigor jurídico y, por consiguiente, su peso político es nulo.

Uno de los problemas más preocupantes de la UE es la lentitud e ineficacia a la hora de tomar decisiones, lo que en nuestra época impetuosa representa un freno enorme. A este respecto sólo se logró un compromiso efímero con Polonia. Precisamente Varsovia se interpuso en el camino de Alemania y Francia, regateando hasta el último momento condiciones más ventajosas para sí misma en el conteo de votos. Como resultado, fue respaldada la fórmula de “doble mayoría”, según la cual se considerará aprobada la decisión siempre y cuando haya sido sostenida por el 55% de los Estados comunitarios con no menos del 65% de la población.

La ineficacia de la fórmula, ya de por sí torpe, se ve agravada porque conforme al Acta Constitucional, los países que no logren crear la minoría que permita imponer bloqueo tienen derecho a posponer la solución del problema con el fin de reanudar las negociaciones en el futuro. Dicho en otros términos, la situación es casi similar a la relativa a la Carta de Derechos Fundamentales: se alcanzó un compromiso, pero ¿a qué precio? Además, este sistema de votación se aplicará solamente a partir del 2014 y con un período transitorio hasta el 2017, y por consiguiente, el desarrollo de la Unión Europea se verá frenado: no se puede avanzar rápidamente con grilletes en los pies.

Gracias a Dios, se hubo afinidad en lo que respecta a la elección del presidente y del Alto Representante de la UE para la política exterior. Pero de inmediato surge una duda lógica: ¿hasta qué punto será eficiente el trabajo del presidente, también el del Alto Representante, en el desarrollo de una política exterior unitaria si la unidad misma no existe? El acta constitucional no prevé ni bandera ni himno, símbolos tradicionales de la unidad. Así que sólo queda esperar… Según dijo la canciller de Alemania, Angela Merkel: “Creo que tendremos la bandera y el himno”.

En efecto, la sonriente señora Merkel, como presidenta de turno de la UE, se esforzó al máximo para encontrar salida al laberinto constitucional. Sin embargo, la impresión que queda es que Europa salió de un atolladero para meterse en otro. Los medios de comunicación europeos abundan en comentarios contradictorios, lo que tampoco evidencia unidad. Los resultados de la reunión en Bruselas son motivos de la satisfacción para unos y de profunda decepción para otros. El que fuera líder de la UE, hoy primer ministro italiano, Romano Prodi, no oculta su decepción, y no hay (ni se la espera) la tan anhelada unidad entre los fundadores de la UE y los novatos, algunos de los cuales, entre ellos la Polonia de los hermanos Kaczynski, no se orienta hacia los intereses paneuropeos, sino hacia Washington.

El comportamiento de Polonia en Bruselas fue irracional y dudoso desde el punto de vista ético: en la nueva Europa, es una falta de tacto recordar la Segunda Guerra Mundial. La invectiva contra Alemania es obvia; por cierto, que la primera piedra fue lanzada por las autoridades oficiales de Polonia contra Berlín con motivo del Gasoducto Norteuropeo (Nord Stream). Varsovia sigue insistiendo, aunque sin efecto alguno, en sacar a la luz una improbable conjura de Alemania y Rusia contra Polonia. Pero lo que causó mayor asombro entre los observadores fue que el representante plenipotenciario de Polonia resultara incapaz de tomar decisiones por cuenta propia: el presidente Lech Kaczynski acordaba por teléfono casi cada coma del texto con su hermano mayor Jaroslaw, lo que convirtió unas negociaciones de por sí nada fáciles en un proceso penoso para todos.

Es obvio que todos los problemas mencionados son producto de la apresurada ampliación de una Unión Europea incapaz de digerir lo devorado, proceso en el que se impuso la cantidad a la calidad y que no la acerca al sueño de los fundadores de la UE de crear un centro político y económico poderoso y unido que pudiera desempeñar el papel de tercera fuerza razonable entre EEUU y los “tigres asiáticos”.

 

Sin embargo, nadie ha sacado conclusiones de este error garrafal. Al decir de la señora Merkel, el nuevo Tratado sirve a la nueva ampliación la Unión: la primera en la cola es Croacia, que será miembro nº 28.

Y después, para satisfacción de la vieja Europa, no se hará esperar la entrada, por las puertas abiertas de par en par, de Turquía. ¡Entonces sí, que la fiesta alcanzará su punto culminante para alegría de los europeos!

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