Van sobrados

Dando por sentado que ni el Ministro de Justicia, Mariano Fernández Bermejo, ni el juez de la Audiencia Nacional, Baltasar Garzón, son tontos, la pregunta es: ¿por qué entonces cometieron la imprudencia de cenar juntos y participar en una cacería justo en el mismo momento en que el juez había iniciado una causa por presuntos delitos de corrupción que salpicaría y afectaría al PP?

Una contestación benévola a esta pregunta sería: porque no tenían nada que ocultar; porque no estaban haciendo nada ilegal; porque, efectivamente, no hablaron ni un solo segundo de esta cuestión. Es decir, a la cacería, fueron –como dijo de forma cursi el ministro Bermejo- a desconectar, a contemplar y disfrutar de la naturaleza.

Pero no están los tiempos para muchas ingenuidades. Por eso, me apunto a otra interpretación, reconozco que menos benévola que la anterior, consistente en pensar que, lisa y llanamente, a Bermejo y a Garzón les daba igual que se supiera que habían estado cenando y cazando juntos. Van tan sobrados por la vida; saben que la cobertura de impunidad que proporciona el “régimen” creado por el actual Gobierno socialista es tan fuerte que, al fin y al cabo, esto era una pequeña anécdota sin mayor trascendencia. Podrían pensar, tristemente con razón, que la sociedad está tan anestesiada, que tampoco se iba a escandalizar en exceso por comportamientos de este tipo.

Que a día de hoy, Mariano Fernández Bermejo siga siendo Ministro de Justicia es un insulto a todos los ciudadanos. Y si sigue, es por que quien le nombró para ese puesto no le da la gana de cesarlo. Por lo tanto, el último responsable es el Presidente del Gobierno. Si el Consejo General del Poder Judicial, al no abrir un expediente sancionador a Garzón, ha echado una paletada más al enorme desprestigio de la justicia en nuestro País.

Falta mucha madurez democrática en nuestra sociedad y en los hábitos de nuestros políticos. Falta nervio y capacidad de reacción en la sociedad para ser implacables y exigentes con los gobernantes cuando estos son responsables de conductas irregulares. ¿Alguien tiene dudas de lo que hubiera pasado en Estados Unidos, de lo que hubiera hecho Barack Obama, si un medio de comunicación desvela que su Secretario de Justicia ha estado un fin de semana de conchabeo en un parque natural, con un juez de la Corte Penal que está instruyendo un caso de presuntos delitos de corrupción que afectarían al Partido Republicano?

Fernández Bermejo no es digno de seguir un minuto más al frente del Ministerio de Justicia. Ha demostrado un sectarismo, unas formas broncas, zafias,  una chulería, impropias de quien es también, en razón de su cargo,  notario mayor del Reino. Por su parte, Garzón tiene un ego y una vanidad tan disparados que en la práctica le inhabilitan para llevar a cabo una tarea, que en la mayor parte de las ocasiones requiere de unas dosis de prudencia y de no estar continuamente en el candelero, que es incapaz de tener.

 Hay que recordar que este juez que “veía amanecer”, según su biógrafa Pilar Urbano, y que aspiraba al Premio Nóbel de la Paz, fue número dos del PSOE por Madrid en las elecciones de 1993. Es decir, optó por la política y lo hizo en el partido que ahora gobierna en España. ¿Puede ser imparcial a la hora de juzgar una causa que afecta al partido rival del PSOE? Las dudas parecen razonables.

Seguramente no pasará nada y Bermejo seguirá como ministro de Justicia y Garzón al frente de uno de los juzgados de la Audiencia Nacional. Pero el “contubernio” cinegético de hace unos días ha sido uno de los episodios mas bochornosos y mas obscenos de los últimos años. Quien quiera acostumbrarse a ese tipo de conductas, allá con su responsabilidad, pero que dos personajes con esas responsabilidades hagan esas cosas y no dimita nadie, es un síntoma de que algo falla en nuestra salud democrática.

 
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