El agujero

Y ustedes duermen tan tranquilos. Inconscientes. Hace un par de lunas, un equipo de astrónomos encontró pruebas científicas de que un agujero negro masivo está atravesando el espacio. Viaja a gran velocidad, como si se hubiera dejado la comida al fuego. Los científicos están asombrados con el hallazgo de este extraño e inmenso cuerpo oscuro. Muy extraño. Y muy oscuro. Después de descartar que pudiera tratarse del alcalde de Marinaleda, la NASA ha analizando detenidamente las imágenes de su telescopio espacial de rayos X Chandra. Chandra es un cacharro capaz de detectar desde el desierto de Almería el temblor de la antena de una pulga que descansa sobre un carámbano en Plutón.

La comunidad científica ha sacado ya algunas conclusiones sobre lo ocurrido. El agujero errante chocó con otro agujero a gran velocidad en la inmensidad del cosmos, después de haber sido expulsado de una galaxia igualmente inmensa. La prensa digital más aventajada matiza hoy que el choque se produjo “violentamente”, y todos nos hemos quedado mucho más aliviados. No en vano, si dos agujeros negros fueran capaces de chocar en el espacio de forma pacífica, es muy probable que yo sea la Reina de Inglaterra.

Las consecuencias de este descubrimiento son importantes para el futuro de nuestra especie, las ratas. Primero porque no es habitual que una galaxia expulse a un agujero negro por la emisión de ondas gravitacionales. Supongo que tampoco es habitual que lo expulse por cualquier otra razón. Y segundo, porque esto alimenta la sospecha de que el universo puede estar lleno de agujeros negros gigantes moviéndose en todas las direcciones, en los inmensos espacios intergalácticos, sin que nada ni nadie pueda detectarlos. Esto explicaría por qué el universo es negro y no rosa, pero advierto que esta es una conclusión de este columnista, no de la comunidad científica.

De todos modos, si hay un abominable desagüe de materia atravesando el universo a la velocidad de la tiniebla, y existe cierto riesgo de que seamos tragados por él, conviene que conozcamos en profundidad sus características. Vista su ignorancia en el asunto, les ilustraré.

Los agujeros negros viven normalmente en el espacio, se alimentan de toda clase de materia y basura espacial, y son enormemente pegajosos. Su fuerza de gravedad es tal, que ni siquiera colgándose de la prima de riesgo española podría uno evitar ser devorado por su oscuridad, si se aproxima a su campo gravitatorio. La capacidad de atracción de Scarlett Johansson es la misma que la de un hipopótamo anciano en una charca de barro en comparación con las pasiones que despiertan los agujeros negros en el universo. Son los grandes donjuanes del espacio, aunque a menudo se les acuse de tener mal talante. Y es cierto, porque nunca piden permiso antes de chocar con cosas o comérselas.

Me consta que la Dirección General del Universo ha intentado obligar a los agujeros negros a instalarse una luz roja en un extremo y una luz verde en el otro, para evitar colisiones. Pero los sindicatos de los agujeros negros siempre han rechazado estas propuestas, y han presionado al máximo para evitar que entre en vigor cualquier restricción a la movilidad espacial de sus representados. Y ustedes pueden hacerse cargo de lo que supone la presión del sindicato de agujeros negros. Imagínense a Cándido Méndez y a Fernández Toxo en versión agujero negro. Más aún, quiero decir.

A la luz de mi larguísima experiencia en agujeros negros –cerca de tres minutos de estudio-, estoy en condiciones de afirmar que su especialidad consiste en convertirlo todo en no materia. Usted tira una satélite por un agujero negro y se convierte en no materia. Usted tira un poco de materia por un agujero negro y se convierte en no materia. Usted tira un maletín con un millón de euros por un agujero negro, y se convierte también en no materia. Exactamente igual que en la Junta de Andalucía. Definitivamente, los descubrimientos de la NASA avanzarían bastante más rápido si en vez de enfocar sus telescopios hacia el cielo lo hicieran hacia España.

Al fin, las autoridades se han pronunciado para decir que la presencia de este agujero negro no debe inquietarnos en absoluto. Tiemblen. Y el librero de la esquina, que una vez leyó la contraportada de un libro de Astrofísica, me ha explicado que, de colisionar contra la Tierra, caeríamos en un estado de vacío cuántico, muy vacío y muy cuántico. Supongo que ustedes hoy se meterán en la cama sin preocuparse lo más mínimo de todo este asunto. Bien por ustedes. Admiro su temple. Yo por lo pronto, para hacer frente a un posible impacto del planeta con el agujero negro, ya me he comprado un acelerador de hadrones de bolsillo. Hace unos días lo probé con el agujero de la escalera y es una pasada. Ahora, cuando se estropea el ascensor, los vecinos bajan a la calle por la no materia. Mañana me dispararé a los números rojos de la cuenta del banco. Ya les contaré.

Itxu Díaz es periodista y escritor. Ya está a la venta su nuevo libro de humor «Yo maté a un gurú de Internet». Sígalo en Twitter en @itxudiaz

 
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