Sobre árboles y primates

Asistimos estos días a la polémica que ha suscitado la tala de árboles con motivo de la remodelación del eje Prado-Recoletos. Las quejas de la baronesa Thyssen se centran en la pérdida del arbolado y en el tráfico que pasará por las puertas del Museo. Algunos hablan de «masacre arbórea» y otros aprovechan para meterse con el alcalde y denostar «las incoherencias urbanísticas» de los planes municipales. Tratemos de poner orden en una situación que, como viene ocurriendo con frecuencia, se ha politizado y se ha convertido en campo abonado para desacreditar la iniciativa y sacar rédito partidista.   En primer lugar hay que decir que es un proyecto de gran importancia para la ciudad. Ciertamente faltan algunos detalles por precisar, pero sus líneas generales son conocidas. Pensemos, por ejemplo, en su área de actuación: el tramo comprendido entre Cibeles y Neptuno. Esta zona posee uno de los mejores paseos arbolados de Madrid. Tanto los ejemplares existentes de plátanos y acacias como el paisaje urbano son extraordinarios y de una gran belleza. Además, muchos de los edificios singulares que limitan la calle son de una magnífica arquitectura. A todo ello conviene añadir los tesoros de arte y de historia que contienen. El proyecto inicial surge con la idea de peatonalizar todas las calzadas y de llevar los coches por debajo. La propuesta era excelente y así se planteó en el concurso. ¿Por qué se tuvo que renunciar al túnel? No acaba de estar claro, a pesar de que algunas de las propuestas lo hacían perfectamente viable. Esa solución hubiera sido la más respetuosa con el entorno, y sobre todo, no hubiera disminuido la capacidad de tráfico en los dos sentidos. Ahora, dicen algunos, con lo que se está proyectando, por mucho que se ensanchen las aceras, tendremos un problema serio de tráfico. Sin contar con que, parte de los coches, seguirán contaminando y circulando entre los árboles.   O sea, que la baronesa tiene razón: se ensanchan las aceras pero no se resuelve el tema principal del tráfico y encima se talan árboles de gran porte, asunto que aprovechan los ecologistas para agitar y animar el cotarro. Con la solución actual uno de los dos lados sale perdiendo y le ha tocado al Museo Thyssen. Se entiende que Carmen Cervera quiera las mismas aceras sin tráfico del Prado para su museo. El proyecto refuerza con nuevas plantaciones de árboles puntos localizados con insuficiente masa vegetal; integra peatonalmente el conjunto de fuentes de la época de Carlos III; y recupera, entre otras cosas, la fuente de la Alcachofa de Atocha. Sin embargo, la polémica se centra en los árboles: hoy no se puede decir que se va a cortar un árbol, se habla de transplantar, que no deja de ser un eufemismo en árboles de ese porte. El tema de fondo nadie lo quiere tocar. Evidentemente, no es lo mismo cortar 700 árboles que 27 ó, por reducirlo al mínimo, pongamos por caso que sean únicamente 3, la cuestión es que en proyectos de este tipo es inevitable que algún árbol tenga que inmolarse en beneficio de los resultados finales. Desde luego, se han dado pasos de gigante durante la última década en sensibilización y concienciación ecológica. Todavía nos queda camino por andar, y sobre todo hay que evitar la dictadura de los discursos tipo deep ecology y poner un poco de sentido común cuando se trata de resolver y mejorar nuestras ciudades. Los arquitectos y técnicos que intervienen en la redacción de un proyecto son los primeros interesados en evitar la tala de un solo árbol. Sería absurdo condicionar una solución urbana brillante por un árbol.   Por resonancia con los hechos me viene a la mente la reciente aprobación de los derechos de los simios por el gobierno, medida que pesa a favor de esa sensibilización o madurez ecológica de la población. Ahora bien, la defensa del árbol o de los animales no se puede convertir en una pasión ciega, que acabe igualando todo, y por lo tanto poniendo al mismo nivel las personas, los árboles y los animales. Los errores ecológicos que hemos hecho, y que seguimos haciendo, no pueden justificar que elevemos el mundo vegetal y animal por encima del hombre. El hombre en vez de pisotear y explotar debe potenciar los recursos naturales, pero no nos equivoquemos eso lo puede hacer un hombre, no un simio o una acacia.

 
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