Por la boca…De Standard & Poor`s a la guía Michelín

Es una asociación de ideas casi obligada. Una serie de señores autodenominados expertos en cocina y en economía deciden por sí quién tiene una economía digna de confianza y quién no, quién cocina bien y quién no cocina bien. Deciden por sí pero no para sí, sino que deciden para nosotros.

Unos, disponen en lo que tenemos que ahorrar, qué es lo que podemos gastar, si nos despiden o no nos despiden del trabajo, si nuestro país está o no está en bancarrota y si nuestros ahorrillos en la Bolsa, suben o bajan.

Otros deciden por nosotros el restaurante al que tenemos que ir a comer, lo que nos tenemos que gastar y hasta cuándo, con quién y cómo tenemos que presumir de las 'estrellas' de su guía.

Lo que más escama de todo esto es que siempre hay dinero por medio. Se supone que los unos viven de las cuotas de sus clientes -no se sabe muy bien si son clientes particulares o los propios estados y gobiernos- y que los otros se ganan sus sueldos con la venta de la guía. Pero claro, siempre está uno con la mosca tras la oreja pensando que hay algo más.

Y algo más debe de haber cuando tras haberse dejado muchos euros en la comida de las 'estrellas' o sale uno con hambre o no sabe lo que ha comido o añora las lentejas de casa de su madre o, lo que es peor, sale con la sensación de alguien al que le acaban de dar el timo del 'tocomocho'.

Y algo más debe de haber cuando, tras apretarse el cinturón, ver sus ahorros en el aire, sentirse en bancarrota y tener complejo de inútil, uno se entera de que salvo alguna que otra excepción que no está en la zona euro, las famosas agencias son todas americanas y calculan la solvencia de nuestros euros en dólares y se entera también de que diez minutos antes de las debacle -es un poner- de Enron o Lehman Brothers, los autodenominados expertos habían declarado esas instituciones no ya solventes y fuera de toda duda sino las más fiables del mundo mundial.

Y llegados a este punto uno comienza a mirarse en el espejo de sus euros o de sus aficiones culinarias y se nota cara de tonto. Y una de dos: o es que los políticos europeos no se miran al espejo y los gourmets no tienen paladar o es que a lo mejor los listos están entre las 'estrellas' y entre las valoraciones de nuestras economías.

Eso sí, los bolsillos de unos y de otros siguen a buen recaudo.

 
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