¿Qué cantan los poetas catalanes de ahora?

Con aquella sabrosa y galana disputa verbal que mantuvieron el pasado martes Bono y Duran i Lleida en el Fórum Europa a cuenta de lo de siempre –qué pestiño ya, de verdad–, por boca del primero nos enteramos de que «una nación sin Estado queda para los poetas» y recordamos por boca del segundo –avive el seso e despierte– que el manchego ejerce su función ministerial «gracias a los poetas de Esquerra Republicana e Iniciativa per Cataluña». O bien el palabrero Bono erró en la elección del término, o bien, si es que todo esto tiene algo que ver con la poesía, sólo puede constatarse que el género está definitivamente muerto y enterrado. Que el presidente de la Generalidad sea nieto de un ilustre versificador no debe inducir a nadie a aventurar ningún tipo de analogía entre las cualidades de la lírica y las miserias del politiqueo insufrible a cuenta del Estatuto. Pero ya que Bono calificó de poetas a los melancólicos independentistas que carecen de Estado –como si el Estado, en vez de una fría estructura burocrática fuera una mujer voluptuosa e inalcanzable–, podemos seguir el juego retórico y tratar de adentrarnos en la obra de esta, llamémosla así, Generación del 11-M: funesto acontecimiento sin el cual semejante caterva de poetastros nunca hubiera emergido de la bendita nadería. Inmersos como estamos en una segunda transición, podemos recordar aquel título que el grupo musical Aguaviva popularizó en la fetén, en la primera, y preguntarnos qué cantan no los poetas andaluces, que en ese sentido de inmarcesible saudade estatal no los hay, quitando a cuatro grillados que le ponen la estrella roja a la bandera verdiblanca, sino qué cantan los poetas catalanes de ahora. Y podemos preguntarnos también si, como decía la letra de aquella canción, cuando cantan parece que están solos. La respuesta es tajante: no están en absoluto solos, que sería al fin y al cabo lo deseable, sino mal acompañados por el presidente Rodríguez, quien, como un mecenas obsequioso, aprueba sus engendros, los publica y nos los endosa a todos, mal que nos pese. A estos vates del separatismo les gustaría que su numen fuera capaz de encauzar en hexámetros clásicos o en décimas reales, con intención épica y fundacional, la expresión literaria del nacimiento de su nacioncita. Sin embargo, les ha salido un texto infumable y garbancero, prosaico y ordenancista, que consta de doscientos no sé cuántos artículos plagados de ripios y disonancias. Como para ellos es puro lirismo, Maragall pretende –¿lo diría en serio?– que los niños catalanes se lo aprendan de memoria y lo declamen exaltados como si fuese la Canción del pirata. Uno se acuerda de Cervantes cuando se lamentaba de que la poesía fuera el don que no quiso darle el cielo. Viendo a estos «poetas» catalanes, parece que al cielo le van las humoradas.

 
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