Hay cariños que matan

Sólo desde la vanidad y el ego que anida en todo ser humano y que cuando no se controlan convenientemente conducen a las personas a actuaciones incomprensibles, se puede explicar que la mujer del juez que presidió el Tribunal encargado de juzgar el 11-M, Javier Gómez Bermúdez, haya osado escribir un libro sobre el citado juicio, en el que cuenta cosas que sólo pueden tener una fuente: su marido.

Todo lo que rodea la elaboración y publicación del citado libro, “La soledad del juzgador” es un inmenso disparate: lo escribe la mujer del juez, que además es la jefe de prensa del Tribunal Superior de Justicia de Madrid. Lo publica cuando todavía no ha pasado ni un mes de que se conociera una sentencia que provocó una cierta desilusión en las víctimas de aquel brutal atentado.

La autora, Elisa Beni, ha intentado justificar su actuación, diciendo que ella, como periodista, no podía dejar pasar la oportunidad que pasaba por delante de su vida: escribir un libro sobre el juicio más importante de la reciente historia de España. Frágil y falaz argumento el de la autora. ¡Claro que podía haber dejado pasar esa oportunidad! Podía y debía haberlo hecho. Sólo hubiese bastado que se hubiera detenido unos instantes a pensar si era ético que ella, siendo la mujer del juez, si ella, que ocupa un cargo institucional en el Tribunal Superior de Justicia de Madrid era o no la persona adecuada para escribir el libro.

Por no hablar del daño que le ha causado a su marido. La buena imagen que el juez Gómez Bermúdez había ido labrando durante el desarrollo del juicio ha sufrido un duro varapalo. Esa apariencia de firmeza, de ecuanimidad, de cercanía a las víctimas, de no tener ninguna contemplación con los que se sentaban en el banquillo se ha venido abajo de un plumazo. Dando su consentimiento, por acción o por omisión, y contribuyendo a la elaboración del libro, contando en la intimidad, cosas que no debía haber relatado, el juez ha pasado a ser cómplice de tamaño disparate y ha entrado en el club de los jueces “estrella” cuyo decano es Baltasar Garzón y que tanto desprestigia a la Justicia. Amén de haberse complicado mucho su futuro en la carrera judicial que se prometía brillante.

Solo se me ocurre una forma de reparar tamaño disparate. Por un lado, el juez Gómez Bermúdez debería de pedir públicamente perdón, en primer lugar a las víctimas del atentado del 11-M que lógicamente no salen de su asombro por una actuación tan frívola. En segundo lugar, el juez debería disculparse también con sus compañeros de tribunal, especialmente, con el juez Alfonso Guevara, que no sale muy bien parado en el libro en cuestión. Por otro lado, la autora del libro, debería de anunciar que piensa donar todos los beneficios, que seguro va a tener con la venta del libro, a la Fundación Víctimas del Terrorismo, para que esta organización la administre y distribuya entre los familiares de las personas que resultaron muertas en el atentado y entre los heridos.

Aparte de estas actuaciones que corresponden al ámbito personal, el Consejo General del Poder Judicial debería de abrir un expediente informativo al Juez, por si procede algún tipo de sanción y el Presidente del Tribunal Superior de Justicia de Madrid debería de pensarse muy seriamente si es pertinente y conveniente seguir contando con los servicios, como jefe de prensa, de una persona como Elisa Beni que es capaz de hacer lo que ha hecho.

En el libro, la autora confiesa y reconoce estar profundamente enamorada de su marido. Eso está muy bien, pero ya se lo podría haber pensado antes, porque le ha hecho un daño inmenso. Ni desde un punto de vista ético ni estético tiene justificación que la mujer de un juez escriba un libro sobre un juicio cuyo tribunal ha presidido su marido y en el que cuenta algunas cosas que sólo puede haber conocido como consecuencia de esa relación conyugal. Ya lo dice el refrán: “hay cariños que matan”.

 
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