Los ocios de un conservador: blinis, beignets 'princesse', sauternes y rosas Petrovic

ESCRITORES. Hay escritores de pipa como los teólogos suizos y escritores de puro como el tremendo Chesterton. Hay escritores de cigarrillo aunque los más especiales son los de cigarrillo oriental a lo Loti. También los hay de opio, véase Inglaterra, y de kif, véase Tánger. Eça de Queiroz, hombre tan fino, era de cigarrillo con boquilla. Hay escritores de té espiritualizante y jungeriano y hay escritores que echan –como Larkin- la leche antes del té. Tólstoi fue de té de samovar. Hay escritores de café. Entre los de café, los hay de café americano, otros de café espresso y otros, simplemente, de suspirar la vida desde un velador. Hay escritores de château bordelés, poetas de vinazo aldeano y escritores –muy pocos- que aspiran a la honradez de los crianzas. Otros se amargaron con el vino del exilio pero Cervantes hizo maravillas con Valdepeñas en pellejo. Hay escritores de whisky y escritores, más violentos, de whisky de centeno. Olvido a los más famosos, los poetas del ajenjo; la excepción de Churchill y el champán. En los campos de concentración se bebió la leche negra. Hay escritores de martini en bar decó y escritores de sobremesa con cálido brandy o de merienda a las luces del oporto. No olvidemos el ponche de don Carlos Dickens. No hay escritores de chocolate -una pena- desde el siglo XIX y los escritores de éter y alkermés murieron con Lorrain. Huysmans dio la nota con el kummel. Inexplicablemente, no constan referencias de escritores de chartreuse. Hoy están entre nosotros los escritores de Starbucks aunque también los hay de puro garrafón. Más de temer será el perfil novedoso del escritor abstemio. En todo caso, es la literatura y no el hombre quien elige. La modernidad post-todo también tendrá sus costumbristas.

QUEDAR. ‘Claro, claro, cenamos cualquier día. Siempre hay alguna decepción que celebrar’.

EL SABOR DEL SAUTERNAIS. Los psicólogos del color comprobaron que el color oro remite, en lo positivo, a las nociones de sacralidad, belleza, fidelidad y fortuna. En lo negativo, guarda correspondencias con la cursilería, la presunción y el ofuscamiento. No todos los oros son –ciertamente- el oro del Sauternes. Riberas del Garona, allá en Burdeos, la niebla se posa sobre el viñedo como el Espíritu de Dios sobre las aguas. Al retirarse, deja en cada racimo la podredumbre noble, la botritys cinerea: más prosaicamente, se trata de un hongo. La botritys pone, sin sorpresa, una veladura de color cinéreo en cada uva. Se vendimia con precisión infinitesimal y no racimo a racimo sino –honor de los honores- grano a grano, en pasadas sucesivas y con mano de obra seguramente infrapagada. El Sauternes llega a nuestra mesa con el valor añadido de un montón de lumbagos y –por lo tanto- es vino caro aunque no todos tanto como el Yquem: placer de árabes, todavía se beben algunos anteriores a Napoleón, quizá con olor a lis ajado. El Yquem también suele gustar a esas personas que se ofuscan la boca al repetir la expresión ‘mejor del mundo’. Del verano al invierno, un Raymond Lafon del 88 y un Doisy-Daëne del 97 nos hicieron festejar a nuestra Francia con el himno vendeano: Allons armées catholiques, le jour de gloire est arrivé!

NUEVA ORLÉANS-MALASAÑA. Malasaña será un entreacto para la vida canalla en los días que pasan con tanta corrección. Se recomienda dejar los tweeds en casa y evitar el apogeo juvenil de los viernes y los sábados. Es constatable que ahí pasa de todo. El garrafón llega a ser sádico pero hay buenas mesas aunque alguna –la Tasquita de Enfrente- tenga nombre disuasorio y hondos alrededores de hampa y degradación. Hace años, en El Placer de Comer, un comensal francés cenaba solo y casi pega al cocinero a cuenta de una lubina que aromaba de podredumbre la sala entera. Fue una escena. Asiana no sé si es lo que era y no sé si quiero comprobarlo. En Pez y Palma, los dos Gumbo son lo mejor para sustituir el vino de la cena por los cócteles como una buena acción. Es légamo de Nueva Orléans transplantado a la cocina y después transculturado a Malasaña, sin perder el ethos diabólico de tierra de pantanos. Soy todo lo goloso que se puede ser pero es que su pastel de bananas es al ciento por ciento memorable: una carga de calor para festejar el Mardi Gras antes de la cuaresma que llegó con su saco de altramuces. Suena Harry Connick Junior o, aún mejor, Sydney Bechet. Calle de la Palma, Bourbon street sin negros ni huracanes.

CAMBIOS DE CARÁCTER, I. Se ha convertido en una de esas personas que no dan la mano sino que dan las dos manos.

CAMBIOS DE CARÁCTER, II. Pensaba que la pérdida de humor era preferible a las pérdidas de orina.

ARTISTAS, I. Si en política no haríamos caso a Haydn y Mozart, ¿cómo se lo vamos a hacer a Ana Belén y Víctor Manuel?

ARTISTAS, II. Artista es concepto lato que engloba, con poco matiz, cuanto va de Henry Purcell a Isabel Pantoja -e incluso, si medimos bien, tiende más a la Pantoja.

ARTISTAS, III. Como tantos columnistas, tienen la autoridad de no haber leído nunca un libro sobre política: ¡es más auténtico opinar con los cojones! En general, nos daría más beneficio luchar contra la espontaneidad que contra la obesidad infantil o el cambio climático.

 

LA ROSA PETROVIC. Una de las cosas que más se echan de menos en Madrid es tener una calle dedicada a Pedro Primero de Serbia. Entiendo que el ayuntamiento estará a otros asuntos pero –por ejemplo- hay un bulevar Indalecio Prieto, donde el sarcasmo cruel no sé si está en ‘bulevar’ o en ‘Indalecio Prieto’. Serbia ha encogido hasta el átomo esencial e incluso el átomo, por lo que se ve, es divisible. En Belgrado vive, con palacio y sin trono, el príncipe Alejandro, de prosapia que es mejor no investigar pues al parecer hablamos de una dinastía de tenderos. Por suerte, en Europa hay rembrandts para todos. País fiero y melancólico, Servia desdeñó la V que fricatizaba su nombre dulcemente para que nadie entendiera que los servios eran servii. Sólo quedará literatura del breve reino de Yugoslavia, potencia mundial en frutas rojas, solaz de las mejores europeas, rosaleda de las bellas rosas Petrovic. En ellas confundimos la elegía y la oración.

VIÁTICO Y POTAJE. A los españoles, en la edad antigua, nos escarnecían con nuestro gusto vulgar por el garbanzo. De Fuentesaúco a Pedrosillo, hay donde elegir: más grandes o más pequeños, la cremosidad se sobrepone a la neutralidad del sabor. Por una vez, el lobby de la legumbre tiene razón, y el potaje es excelente. Escena de mediodía: alguien nos trae potaje de garbanzos, como un remedio espiritual, cuando el alma lo pedía sin saberlo.

CELESTINEO. ‘Ella es pija y tonta. Seguro que se caen fenomenal.’

SEÑORA PÉCRESSE. En el gabinete de François Fillon, Valérie Pécresse hace las veces de ministra de Educación y de vedette. Es un contraste con Boutin, fea y católica, encargada de Vivienda. Discreta y guapa, Pécresse; tan lista, tan apacible, tan francesa que dan ganas de pedir la nacionalidad. Es poco fotogénica, para los curiosos. Maltratará a los hombres de la mejor manera, experta en el toreo con foulard. Feliz varón el que reciba su desdén pero para qué soñar con ser amantes si se puede soñar con ser vecinos. Pécresse camina de puntillas y le sale sola la elegancia –la nonchalancia- en el descuido. Es de buena familia: no lleva pendientes, dogma allá en Francia y heterodoxia acá en España. Todo será que no la vea Sarkozy.

PRECAMPAÑA ELECTORAL. Tantos spin doctors de la comunicación política y el aporte más sustancial de la precampaña está en los tintes capilares de Zapatero y de Rajoy. Se ha perdido ejemplaridad política: en el XIX, la gente adoptaba un look a lo Castelar, una perilla canovista, la barba de Sagasta. Quizá en el XXI lo indicado sea un turnismo Guti-Etoo.

PROBLEMAS CONYUGALES. Está claro que la incomunicación ha salvado a muchos matrimonios.

MISANTROPÍA. ‘Perdóneme, no estoy de humor para buenas noticias’.

CONVERSACIÓN. – Tienes los ojos color verde ostra.

-         ¡Oh! Qué cosas dices.

-         Les echaría un poco de limón.

RESACA. ‘Voy a morirme un rato, a ver si se me pasa’.

LIVIN’ LA VIDA BLINI. Hay un restaurante rumano en San Fernando de Henares, pero ¿dónde está San Fernando de Henares? El aliciente más draculino es que el restaurante fue un night club y –con el mejor criterio- no han cambiado la decoración. Echo de menos no sólo comida rumana y polaca, preferiblemente en versiones gitana y judía, sino también nórdica. Cerró el hotel Suecia; nos consolamos con los indicios de Olsen. He aquí otro consuelo para hacerse en casa, pues toda felicidad tiene un sucedáneo:

Calentar unos blinis sobre la sartén seca. Coronarlos de crema agria, a la venta en supermercados (en pocos supermercados). Dejar caer por encima, sin excesos, huevas de salmón (estallan en tu boca, no en tu blini), salvo que se pueda adquirir caviar de confianza. NB: El caviar ruso y el persa dependen, respectivamente, de Vladimir Putin y de Mahmoud Ahmadineyad. Hablamos de gente deshonesta. En consecuencia, el comercio de caviar se ve abandonado a un fraude universal, y el How to Spend It se condolía de esto no hace tanto, al tiempo que mostraba a unos paupérrimos pescadores del Caspio merendándose un sándwich de seis mil dólares con inocencia de buenos salvajes. Las restricciones comerciales y la escasa fiabilidad del caviar han llevado a que caviareras como Petrossian –casa insigne- se aprovisionen en otras procedencias: sin embargo, el caviar americano, argentino, uruguayo, andaluz, francés o ilerdense no vale lo que cuesta ni tiene más misterio que la piscicultura. Se acabaron, pues, los tiempos de comer –el que pudiera- caviar bueno con las manos, ya que el caviar se disfrutaba más de mucho en mucho. Por lo demás, el caviar seguramente sea una de las cosas de las que casi cualquiera puede prescindir. Decorar los blinis con cebollino entero y cebollino picado, que es lo que llevan todos los platos de todos los restaurantes de Madrid desde hace dos o tres temporadas. Sacar del congelador una botella de vodka Zubrowka, que también parece tener dentro cebollino pero es una hierba de bisonte, pues Polonia es país de jesuitas y bisontes y de hecho aparece uno en la etiqueta (un bisonte, no un jesuita). Abandonarse a la exaltación de un momento que empieza muy bien y puede terminar muy bien o muy mal -pero sin los términos medios donde encuentran la virtud los pusilánimes. Como dirían los Eagles, ‘this could be heaven or this could be hell’. En general, todo lo que empieza por beber vodka a lo machote termina en un sueño largo y vaporoso antes o después. BUÑUELOS PRINCESSE. Llamamos por error flor de acacia a la flor de la robinia, cuando la robinia es una fabácea-faboidea. Aquí toda sutileza es necesaria, si bien la robinia por algo se llama vulgarmente robinia pseudoacacia. Su miel triunfa aunque ya hay plataformas en contra de las mieles monoflorales, por antiecológicas. Esas flores de la robinia, en racimos, como mariposas recién posadas, vuelven locos a los insectos nectaríferos. No sé a ellos: a nosotros nos huelen a miel, a azahar, a bergamota. Se pueden comer a partir de abril, al natural, con el cuidado de no comerse los pulgones, si es que a uno no le gustan. La robinia es oriunda de Virginia y de ahí la trajeron los hermanos naturalistas Jean y Vespasien (!) Robin, en tiempos de Enrique IV. En París se conservan ejemplares admirablemente vetustos: ante todo, el de la parroquia melquita de Saint-Julien-le-Pauvre, cuyas flores están, es comprensible, harto cotizadas. Ahora que está ahí la primavera, podremos entretener la dieta con unos ‘buñuelos princesse’: lo ideal es arrancar las flores de algún viñedo del Ródano pero hay algún ejemplar muy saludable de robinia en el Retiro. Necesitaremos unas veinte flores, cuarto de kilo de harina, azúcar avainillada, aceite de oliva arbequina de Mallorca, un soplo de sal, dos claras de huevo, dos cucharadas de una buena mantequilla y dos botellas de champán que puede ser ‘Amour de Deutz’. En resumen:

Dejar macerar, en un recipiente porcelánico, las flores con el contenido de una botella de champán. Esperar media hora. Entre tanto, beberse el contenido de la otra botella de champán. Rebozar las flores con la delicadeza espiritual que viene al caso. Freírlas menos de lo que queremos. Espolvorear con azúcar avainillada. Encontrar un tema de conversación adecuado para comerlas mientras nos queman en los dedos: las páginas que Proust dedica a los espinos, por ejemplo, o las cartas de Rousseau sobre botánica. Con las flores sobrantes se puede preparar un agua destilada con propiedades antihistéricas que seguramente le venga bien a alguien. Los buñuelos de robinia también salen muy ricos con flores de la variedad ‘casque rouge’ pero eso ya es un poco excéntrico.

CONVERSACIÓN. – Las instituciones españolas más importantes son el Museo del Prado, la Corona y la Compañía de Jesús.

-         Te olvidas una.

-         ¿El Real Madrid?

-         La Inquisición.

INVIERNO Y CHARCOS. Incluso un orangután se conmueve con el mes de junio –rosas y abejas- en un jardín inglés. El invierno no es una estética de la decadencia sino de la reciedumbre, como la asunción de un abandono, un estancamiento en la destrucción: tanta belleza que parece no tener ni un motivo de esperar. Sólo este año he aprendido a entonar el ‘gracias, niebla’, mirando los charcos y los reflejos en los charcos, con la nostalgia sabrosa de otra edad.

-         ¿No te acuerdas de cuándo el juego era pisarlos?

-         Lo malo es que ahora nos ahogamos.

RESTAURANTE DE DOMINGO. Entramos en el restaurante como quien vuelve a la civilización o por lo menos a un dominio sin conocimiento de la prisa. La familia, la cocina, los domingos: el conservadurismo viene dictado por la vida. Agua mineral y a continuación trazamos con minuciosidad el detalle de viajes que nunca haremos. Chismorreo fino, carnes sólidas, vino con prudencia. El veredicto es unánime: ‘estos navarros saben cocinar’. Será mejor evitar el postre, pese a todo. Dos famosos del género ultra-famoso piden la cuenta, pagan y se van, ciudadanos sometidos a la universalidad horizontal de los domingos. El domingo nos vuelve a todos iguales, algo íntimos, gentes humildes con el jersey que nos regalaron esta o quizá la otra Navidad.

DOMINGOS DEL ESPÍRITU. Un buen sillón y una tarde de domingo casi definen un reino. Esas tardes de domingo hubo que aprender primero a tolerarlas y después a disfrutarlas: de adolescentes las vivíamos con todo el rencor al cielo gris pero es que esa es edad de insatisfacciones crónicas. Hoy, el silencio se ha espesado por la casa y leemos el ‘table talk’ de William Hazlitt: ‘sobre el placer de pintar’, ‘sobre el vivir para uno mismo’, ‘sobre las desventajas de la superioridad intelectual’. Gozos de la literatura con un poco de té, un telefón que contesta y el gato que se va volviendo porcelana. ¿Qué santo inventó el leer tumbados? La pereza es una infinitud, lo dijo alguien.

DE IKEA A MUJI. De Ikea a Muji transitamos del canon escandinavo al canon japonés. Lo más cierto es que los muebles se parecen aunque en Muji no hay el sentimiento comunitarista/socialdemócrata de Ikea. Tan globalización como no-logo, es posible amarlo y odiarlo, interpretarlo como normalidad ennoblecida por el diseño o pijez de vocación aglutinante. En media generación, las clases medias pasan de la boiserie omnicomprensiva –con licorera y Quijote y televisión- al minimalismo mobiliario. Por supuesto, la ebanistería fina, los Ruhlmann, los Adnet, desaparecieron en el siglo XX junto al tabaco negro, la furia española, el aprendizaje de memoria o –simplemente- esas casas cómodas y grandes, donde cabía sin esfuerzo una familia. El minimalismo sale más barato y también la arquitectura ha tenido su complicidad totalitaria.

LAS OPERADAS. Todavía había arcanos en los tintes capilares cuando tenemos encuentros y encontronazos con las operadas. Es una nueva clase social, en extensión sin restricciones. También llegarán los operados, aunque es de esperar que sin pechos marca Zodiac, narices guisante o labios abultados como ruedas de tractor. La transversalidad de la cirugía implica que no todos los pacientes llevan una vida de lo más porcelanosa. Es la administrativa de una gestoría o la mujer que se hace un último regalo de juventud o la madre soltera que dice ‘estreno tetas’ como una puesta de largo. Triunfa el ceño bravo de Banderas, se fotocopia la boca de Jolie. Si la gracia es preferible a la belleza, será peor el botox impertérrito que el alzado de un gesto soberano, cansado, imperfecto, irresistible. No es menos verdad que hay excepciones.

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