Los cursos de ortografía, de moda entre los empresarios franceses

Los empresarios franceses han descubierto con horror que las nuevas tecnologías les ponen en un verdadero aprieto. Y es que, a causa de la profusión de mensajes electrónicos, ya no son las secretarias las que pasan a máquina los textos, sino que son ellos mismos los que se ponen frente al ordenador. El problema no está en el dominio más o menos habilidoso del teclado, sino en que ahora no tienen excusa para justificar la acumulación de faltas de ortografía que aparecen en sus textos.

Dos libros confirman este fracaso generalizado de la educación escolar: “Orthographe, à qui la faute” (Ortografía, ¿de quién es la falta?) de Danièle Manesse y Danièle Cogis;  y “Se reconciler avec l’orthographe” (Reconciliarse con la ortografía) de Bernard Fripiat. Por otro lado se multiplican las ofertas de cursos de ortografía para aquellos que tienen los despachos trufados de diplomas pero no saben cómo concordar un participio, confunden el futuro con el condicional o no dan una con los acentos.

Los curriculum vitae y las cartas de motivación que llegan sobre las mesas de directores de recursos humanos están cada vez peor escritos. Como consecuencia, los centros de formación contínua multiplican sus ofertas.

Es el caso de Demos que organiza cursos bajo los títulos: “Cuidar la ortografía y la sintaxis”, “Memorizar las reglas de ortografía para utilizarlas bien” o “Sentirse cómodo con la ortografía”. La novedad está en que, el número de ingenieros o directivos iguala ya al de secretarias. Pero, a pesar de que el mal está generalizado, todavía es ocasión de vergüenza el admitir que se asiste a este tipo de cursos, y la mayoría lo hace a escondidas.

Bernard Fripiat, de profesión “coach” de ortografía, ha asegurado a Le Parisien que él ha tenido que firmar una cláusula de confidencialidad con un gran empresario francés que no quería arriesgarse a que sus empleados supieran que recibía cursos de ortografía.

Si es cierto, como indica Danièle Manesse, que las pruebas realizadas sobre un mismo texto en 1987 y 2005 revelan que la media de faltas de ortografía que cometen los alumnos ha pasado de 8 a 13, los futuros directivos tendrán aún más duro ocultar la ignorancia de su propia lengua.

 
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