'La depresión post-vacacional'

Se discute hasta hoy el fenómeno depresivo estival, que el mito post-vacacional intenta explicar. Entretanto, los expertos siguen investigando el por qué del evidente aumento de personas afectadas física y psicológicamente tras un merecido descanso. La pregunta sigue siendo la misma: ¿es el regreso a lo habitual, el causante del común llamado síndrome post-vacacional? ¿no será acaso el horror a enfrentarse a un ambiente agresivo y adverso lo que incapacita y deprime?

Lo que está claro es que no todas las personas reaccionan de la misma forma al incorporarse a sus ordinarios menesteres. Algunos no cesan de manifestar su continuo malestar, quejumbrosos por tener que enfrentarse a la terrible “rutina”, caen victimas de su propia angustia. Fruto de ese desasosiego les alcanza todo tipo de dolencias, desde el insomnio o pérdida de apetito, hasta la falta de concentración y la tristeza. Y bajo este manto –año tras año-, se alberga uno de cada tres españoles.

Lo que ocurre, es que el curso que está por comenzar lo hace en un escenario diferente. Los más de cuatro millones de parados que actualmente ostenta nuestra patria no sufrirán tal depresión, al menos por ese motivo. Y aquellos afortunados que ya gozan de un trabajo digno de tal nombre, no osarán hacer mención a la “depre”, más que nada porque cualquiera se arriesga a perder su puesto de trabajo. Pero, tal vez sea el momento de caer en la cuenta de la trascendencia que implica el trabajo, entendida como actividad capaz de transformar la realidad misma –social o natural-. En efecto la persona trabajando con tesón renueva las capacidades inscritas en su naturaleza y contribuye a mejorar la sociedad.

En cualquier caso, existe otro tipo de situación en la que, lamentablemente, muchos trabajadores se encuentran. Son aquellos que presos del pánico, y bajo un estado de ánimo deplorable, temen regresar de sus vacaciones. Pasan los días y semanas, y perciben que no son las vacaciones las responsables de su suerte. Más allá de la “depresión post-vacacional” reside el verdadero problema. Ya no se trata de las simples molestias originadas por un cambio a lo habitual, o desidia hacia los compromisos adquiridos. De lo que realmente se trata es de un estado que arrebata todo anhelo, aniquila cualquier atisbo de suerte u oportunidad al triunfo. Es un estar quemado o “burn out” –así lo denominan los especialistas- por un clima de total deshumanización, donde el respeto, la confianza y la motivación no tienen cabida.

Los hay en cambio, que con una energía y espíritu positivo, ansían reanudar sus responsabilidades habituales por el aprecio que sienten hacia sus obligaciones Son personas que procuran disfrutar con sus tareas cotidianas, que no rutinarias, pues aciertan en efectuarlas con un mismo semblante, pero siempre diferente. Así por ejemplo en lugar de lamentarse por el comportamiento del ajeno -tan habitual y común entre los mortales-, actúan de tal manera que corrigen su propia conducta con el fin de que reine la armonía. Claro que la persona que desea cumplir con sus obligaciones, y sus deberes transforma ese deber en un bien. Lo cual redunda en uno mismo y en última instancia en beneficio de la sociedad.

Así pues, y a fin de estar preparados para el próximo septiembre, recordemos que será un logro llegar a apreciar como un bien el trabajo, pero no como un bien cualquiera, sino como un bien que de verdad es el que me conviene.

 
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