Las edades del hombre

Ahora que los descamisados peronistas son (como las extemporáneas rabietas de Alfonso Guerra o la ensaimada capilar del senador peneuvista con fijación anti borbónica), sólo una anecdótica cita trasnochada a pie de página de la crónica inacabada de la Transición… Me pregunto qué habrá sido de la famosa chaqueta de pana con coderas de Felipe.

Iban los antorcheros del faro de Occidente del socialismo utópico camino de la beatificación en el altar del martirologio, como tantos otros iconos de Suresnes que en sus rebeldes años de adolescencia irreverente construyeron su porvenir político a costa del discurso demagógico de laminación del rancio y estereotipado pijoprogre de derechas, desde su militante izquierdismo irredento de paria más falso que las pesetas de chocolate con el rostro dorado en bajorrelieve de Franco. (Punto y aparte, mayormente para no ahogarme leyendo de corrido una frase premeditadamente interminable).

…Y resulta (continuo escribiendo) que ahora, entrados ya en vejez, los bolcheviques se han caído del caballo trotón del dictador que mi Maleni ordenó retirar de Nuevos Ministerios, porque le relinchaba en la oreja el muy granuja, para regocijo noctámbulo de todos los camaradas insignes del rojerío, que han despertado del coma convertidos en unos burgueses redomados, deslumbrados por el brillo cegador de los anaqueles y la melodía embriagadora de La Internacional.

¡Cómo hemos cambiado!... Me temo que casi tanto como la letra de la canción de Presuntos implicados. Aunque lo malo no es evolucionar al compás del itinerario vital de cada cual. Bien reciente tenemos el funeral de Samaranch, que en paz descanse, que comenzó a prosperar de azul y acabó reverenciado por reyes con querencias republicanas y príncipes de casino monegasco. Lo preocupante debe ser tener problemas de conciencia por emular a la rosa de Alejandría, colorada de noche y blanca de día. Imagino las noches de insomnio de todos los “conversos de clase” a quienes les cuesta mantener la mirada al verse reflejados en el espejo, ante la evidencia de reconocer que en lugar de alucinaciones ideológicas altruistas, ahora tienen caprichos caros y sueños delirantes de nuevos ricos, que van desde vacaciones de jeque retozón, a negocios ecuestres, pisos y pisazos, pasando por caserones euromillonarios en primera línea de playa tangerina como los glosados con sutil sarcasmo por Apezarena.

¿Qué diría el anticapitalista Bertolt Brecht si supiera que su obra más famosa (La opera de los tres peniques) ha sido patrocinada en el cincuentenario de su muerte por el Deutsche Bank?

Ah! Si j’étais riche… Hoy abundan los ricachones que rellenan sus abúlicas horas de asueto tocando el violón en el tejado. ¡Nada que objetar! Si no fuera porque siguen emperrados en negar la evidencia de su encandilamiento por el lujo, los palcos VIP y la buena vida morrocotuda, siendo como es superior a sus fuerzas haberse convertido en todo aquello que odiaban en sus años mozos de revolucionarios pro castristas de chichinabo.

Huele a tragedia esta España necrófila de Puerto Hurraco, de tarados mentales dispuestos a profanar el cadáver de Franco y volver a joderlo todo como en el treinta y seis. Si no fuera por el genio de José Tomás, hay días que cuesta insuflarse ánimos a uno mismo para no dejarse llevar por la mediocridad y la maledicencia.

Por eso ahora más que nunca, querido José Emilio, también yo creo en el signo de contradicción, en el conjunto vacío, en la tabla de multiplicar por cero, en la luna llena, en la señal de la cruz, en varias vidas vividas a la vez, en la nada, en el punto y final, en la temporalidad de la eternidad que unos llaman muerte y yo tengo por vida, en el sinsentido de la muerte, en la lógica del absurdo, en la circuncisión de los sueños, en el mundo boca abajo, en el infinito con principio y fin, en las miradas perdidas, en la auto-condenación, en la razón de la sinrazón, en el horror, en la tragedia humana, en los desengaños, en las ensoñaciones de los ingenuos, en el fatalismo sentimental, en la eterna rebeldía de la juventud caduca cuando ya todo es recuerdo, en Fabio y en Marco. Por eso quiero que mi única pancarta reivindicativa sea hoy para la poesía.

 
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