El estilo de Zapatero

A primera vista puede resultar un tanto sorprendente la desaforada reacción que ha tenido el Presidente del Gobierno ante el hecho de que la CEOE no accediera, por discrepancias importantes, a llegar a un acuerdo con el ejecutivo y los sindicatos UGT y CC.OO en torno al diálogo social.

Las descalificaciones personales de las que ha sido objeto el presidente de la patronal, Gerardo Díaz Ferrán, tanto por parte del propio Zapatero como de todas las terminales mediáticas que se mueven al son de lo que dicta la Moncloa en cada momento, han sido no solamente excesivas sino en algunos casos muy desafortunadas. Y digo que a primera vista puede sorprender esta reacción presidencial, pero si uno lo piensa un poco mejor y penetra en la peculiar personalidad de Zapatero, entonces la sorpresa no es tanta.

Uno tiende a pensar que un acuerdo de las características de las que pretendía el Gobierno, poniendo de acuerdo a tres patas –los empresarios, los sindicatos y el propio ejecutivo- en torno a las medidas necesarias para afrontar la grave crisis económica, no es una tarea fácil. Y si no se logra, algo de culpa tendrán todas las partes y, sobre todo, quien le corresponde liderar ese diálogo social, es decir, el Gobierno.

Pues no, con Zapatero, los cánones para medir la responsabilidad de unos y de otros son distintos. El Presidente del Gobierno había puesto toda la carne en el asador y toda la ilusión en irse de vacaciones con un acuerdo firmado entre el ejecutivo, los empresarios y los sindicatos. Ese acuerdo había que lograrlo, siguiendo su propia doctrina, “como sea”. Y si una de las partes –en este caso la CEOE- pone excesivas pegas, lo que se hace es machacar a su Presidente, responsabilizándolo personalmente del hecho de no alcanzar el acuerdo y para que no falte de nada, acusándole de actuar en connivencia con el PP para dinamitar el diálogo social y buscar el desgaste del Gobierno.

Pero lo que resulta zafio y muy poco común en los usos y costumbres democráticas es que sea el propio Presidente del Gobierno el que encabece la campaña contra el máximo responsable de la CEOE. Se supone que el Presidente lo es de todos los españoles, también de los empresarios –que por otra parte son los que crean riqueza- pero con Zapatero estas cosas tan obvias no funcionan.

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con un kilo de cocaína en el maletero

 

Es algo evidente que a Zapatero no le gusta que le lleven la contraria, que le pongan pegas, que alguien se resista a sumarse sin más a sus propuestas. Cuando eso sucede, la reacción del Presidente y de su maquinaria suele ser la descalificación cuando no la eliminación política y social de quien osa comportarse de esa manera.

Zapatero acumula ya bastantes cadáveres en su armario. Hasta ahora habían sido personas de su propio partido –Pasqual Maragal, Jordi Sevilla, Jesús Caldera, José Bono- y no ha ocultado su irritación con personas de peso en el PSOE como Felipe González o Joaquín Almunia cuando estas han mostrado opiniones críticas con su actuación. Es muy peligroso, en términos de salud democrática, que un Presidente tenga esos impulsos y esas reacciones, pero así es Zapatero y así se lo hemos contado. Felices vacaciones a todos los lectores de ECD y hasta el mes de setiembre.