Los “fallos de management” de France Telecom

Que 24 trabajadores de France Telecom se hayan suicidado en año y medio no es noticia. La empresa cuenta con cien mil empleados en Francia y, según las últimas cifras de la Dirección de Evaluación y Estadísticas (Drees), en 2006 entre los 61.400.000 de franceses, 10.400 se dieron la muerte. Se podría decir que France Telecom entra dentro de la media.

Los 22 trabajadores que se suicidaron en 2003 no llamaron la atención de nadie salvo la de sus familias, amigos y compañeros de trabajo. Ni tampoco los 28 que se quitaron la vida en 2000. Lo que ha provocado el escándalo mediático de las últimas semanas es que, por primera vez uno de los trabajadores ha dejado escrito negro sobre blanco que no puede soportar más su situación en la empresa: “Me suicido por culpa de mi trabajo en France Telecom”.

Decir que la muerte de 24 personas no es noticia puede ser una afirmación a mitad de camino entre el cinismo y la broma de mal gusto. Pero es que el problema de France Telecom es más grave aún. Un portavoz de la compañía me hablaba este viernes de fallos en la gestión del personal de la empresa, “fallos de management”, una representante de la CGT hablaba más bien de “deshumanización de la empresa”.

Desde la apertura del capital de la empresa en 1997 a la privatización en 2004 y el fin de la minoría de bloqueo del Estado francés en 2007, France Telecom ha sufrido una mutación vertiginosa, y con ella sus empleados que, aunque muchos de ellos conservan su estatus de funcionario, ahora están sometidos a los cambios dramáticos que dicen, y hasta cierto punto debe ser así, que exige la ley del mercado.

Pero la brutalidad en la dirección del personal (los fallos de Management) con el control permanente del trabajo y exhibición de los resultados individuales, el sometimiento a escuchas en el centro de llamadas, cambios drásticos de lugar y tipo de trabajo (de técnico reparador de líneas a servicio telefónico de atención al cliente) o el incentivo de la competitividad entre los empleados, ha llevado a una clara y generalizada deshumanización del trabajo.

Cierto que la entrada en el CAC 40, la necesidad de repartir beneficios y el deber de estar en cabeza en el mercado competitivo de las tecnologías para poder sobrevivir obligaban a profundos cambios, pero en el camino, France Telecom ha olvidado su más preciado tesoro: su capital social.

 
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