¿El fin de los comedores obreros?

Desde hace decenios, los comedores en los centros de trabajo, junto al racionamiento implantado en marzo de 1962, han constituido los principales métodos para paliar los bajos salarios recibidos por los trabajadores cubanos. Ambos han sido fuertemente subsidiados por el Estado, pero todo indica que dadas las incrementadas dificultades que enfrenta la economía actualmente, y el previsible empeoramiento en los próximos meses, tiene que concluir una parte sustancial de los subsidios mediante la supresión de los comedores.

A partir del 1 de octubre comenzó un ensayo en los Ministerios de Trabajo y Seguridad Social, Finanzas y Precios, Comercio Interior, y Economía y Planificación, donde se eliminará ese servicio con la idea de hacerlo de forma gradual a todo el país. Se pagará a cambio 15 pesos por día laborado, o sea 0.62 centavos de peso convertible (CUC), equivalentes 0.75 centavos de dólar. 

En realidad, esos comedores han brindado pésimos servicios, sin variedad de platos, con comidas casi siempre mal elaboradas y dudosas condiciones higiénicas; usualmente por carencia de los productos y condiciones necesarias. Al mismo tiempo, es ampliamente conocido que muchos de los recursos asignados iban a parar al mercado negro, dado el descontrol imperante. Según cifras publicadas por el gobierno, estos comedores para servir a más de 3 millones y medio de personas en cada jornada de trabajo, sobrepasan un costo mayor a 350 millones de dólares, sólo para financiar cuatro artículos: arroz, granos, cárnicos y aceite, sin incluir los gastos que ocasiona la adquisición de otros alimentos, combustible, electricidad, mantenimiento de los locales y el pago de los salarios al personal asignado a estos comedores.

Además, el descontrol ha sido inmenso, demostrado en junio de 2008 cuando se realizó un control oficial, detectándose exceso de inventarios ascendente a 20 000 toneladas de arroz, 7 000 de frijoles y 5 000 de aceite, equivalentes a más de 35 millones de dólares. Productos que en gran parte se deterioran almacenados o son sustraídos.

En relación con el estipendio de 15 pesos por día trabajado que se entregará, serían 360 mensuales, si se asistiera todos los días. Eso equivale al 87,0% del salario promedio mensual, 415,0 pesos al cierre de 2008. Seguramente se dará la paradoja de que muchos trabajadores tendrán un ingreso adicional superior al salario. Sin embargo, no todo es color de rosa, por cuanto conseguir una comida en la calle por 15 pesos no es fácil, al menos en La Habana. Hay que recordar que una pizza de queso con regular calidad cuesta 10 pesos, o de inferior calidad y cantidad (203 gr.) 5 pesos, y un refresco de latica easy open (355ml) 10 pesos. Si se desea comer algo mejor, una cajita con pequeñas raciones de arroz, carne de cerdo, vianda y hortaliza está entre 20-25 pesos.

El sistema gastronómico, fundamentalmente estatal, es muy pequeño e ineficiente. Si se ampliara, los problemas con el descontrol y el robo de recursos existente en los comedores obreros se trasladarían a esos centros. Por ello, la mejor solución sería autorizar al sector privado brindar servicios con regulaciones que garanticen, entre otros, parámetros adecuados de higiene y el pago de impuestos al Presupuesto del Estado.

Otra opción sería que los trabajadores, como en otros lugares del mundo, trajeran su comida, pero hay que tener en cuenta que lo vendido por el sistema de racionamiento sólo permite garantizar- si acaso- la poco variada alimentación de las dos primeras semanas del mes, lo cual reconoce hasta el gobierno. Por tanto, los trabajadores tendrán que recurrir a los Mercados Agropecuarios Estatales y de Oferta y Demanda, donde los precios son muy altos para sus posibilidades. Por supuesto, queda la opción de compra en las tiendas de venta en divisas, cuyos precios resultan prohibitivos para un trabajador.

Por otra parte, las autoridades han decidido eliminar paulatinamente el programa de las Escuelas Secundarias en el Campo, lo cual tiene aspectos positivos al regresar los adolescentes al cuidado de la familia. Sin embargo, también representa nuevas exigencias económicas al incorporarse otras bocas a las reducidas posibilidades hogareñas. 

El cierre de los comedores obreros tiene elementos económicos racionales, pero como en el caso de otras medidas como el pago por los resultados, el pluriempleo, la posibilidad de incorporación de los jubilados al trabajo, al efectuarse de forma aislada y sin existir un programa coordinado e integral de reformas, genera disimiles problemas y dificultades que impiden o dificultan la efectividad de éstas, al implementarse en un marco económico adverso, lleno de contradicciones y sin condiciones.

 

Las medidas que se están tomando dan la impresión de ser casuísticas y parciales, realizadas por la urgencia de resolver problemas coyunturales, más que por una comprensión de las necesidades de la sociedad.   Por esta vía, sin apenas realizarse cambios en la decisiva esfera productiva, poco se logrará e incluso se podrían crear mayores dificultades.

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