El gesto del SUP

El Sindicato Unificado de Policía (SUP) ha ofrecido al PP del País Vasco la posibilidad de que puedan contar con sus afiliados para completar las listas de candidatos de los populares vascos en las próximas elecciones municipales que tendrán lugar el último domingo del próximo mes de mayo.

Se trata de un hecho realmente insólito por varias razones. En primer lugar, el SUP es un sindicato policial muy próximo al PSOE, que en la mayoría de las ocasiones ha apoyado los postulados que en materia de seguridad, de orden público y de lucha antiterrorista han defendido los socialistas, bien estando en el gobierno o en la oposición.

En segundo lugar, se trata de una organización integrada por policías y eso hace que ese ofrecimiento tenga una singularidad especial porque no es normal que funcionarios policiales vayan en las listas de un partido político. Para salvar el escollo legal que supone este hecho, los miembros del SUP que al final figuren en las candidaturas del PP vasco lo harán en los últimos puestos, sin posibilidad real de resultar elegidos, ya que la ley declara incompatible formar parte de un Cuerpo de Seguridad del Estado como es el Cuerpo Nacional de Policía y ocupar un cargo público como el de concejal de un Ayuntamiento.

Lo que realmente pone de manifiesto esta insólita situación es el problema de falta de libertad que sigue vigente en el País Vasco. Porque si esta existiera, ninguna fuerza política tendría dificultades para completar sus candidaturas en todos los pueblos de Euskadi. Pero falta la libertad y el miedo es libre, lo que hace que muchos ciudadanos vascos que podrían integrar esas candidaturas, declinen hacerlo. Es comprensible. Una situación de falta de libertad creada no sólo porque ETA pueda seguir cometiendo atentados, sino por el clima asfixiante de coacción, de intimidación, de no dejar vivir a quienes no son nacionalistas o se comportan como tal que ha caracterizado la vida política en el País Vasco desde hace ya bastantes años.

Durante la anterior tregua de ETA, la de 1998, la actual presidenta del PP de Guipúzcoa, Maria José Usandizaga, resumió de forma tan certera como dramática la situación que entonces vivían las personas amenazadas en el País Vasco: “antes nos mataban, ahora no nos dejan vivir” sentenció la dirigente popular.

Lo triste, lo grave, lo dramático, es que siete años después de pronunciar esas palabras, la situación en el País Vasco, al menos para algunos y sin duda para los militantes y simpatizantes del PP sigue siendo la misma. De ahí que produzca una enorme desazón cada vez que al Presidente del Gobierno se le llena la boca con la palabra paz y sin embargo, en ninguna ocasión habla de libertad, lo que simplemente indica su desconocimiento, su frivolidad intelectual al analizar y diagnosticar el verdadero problema que ha sufrido y sufre el País Vasco y al que no son ajenos los propios socialistas vascos.

En unos momentos de tanta fractura social, como se ha puesto de manifiesto en torno a las manifestaciones del pasado fin de semana en Madrid y Bilbao, el gesto del SUP es digno de elogio. Indica una sensibilidad y un compromiso cívico, democrático y de lucha por la libertad que tiene que ser reconocido por todos. Sería deseable que algunos aprendieran esta lección y no siguieran por el camino errado que supone empeñarse en la negociación y en el diálogo con una banda terrorista y con quienes les apoyan.

 
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