A golpe de polémicas

Para acallar una polémica, basta que surja otra; así todos olvidan lo que un día antes, qué digo, minutos antes, levantaba pasiones.  Hace una semana, toda Francia estaba discutiendo sobre las medidas a adoptar contra los crímenes sexuales.

La violación y el asesinato de una mujer de 42 años a manos de un hombre que acababa de cumplir condena por la violación de una menor, ha nutrido durante una semana artículos de opinión, editoriales y debates sobre la conveniencia de imponer la castración química a los delincuentes sexuales.

Nada más encontrar el cuerpo de la mujer siguiendo las indicaciones del sospechoso, y puesto que ahora los gobiernos legislan a golpe de emoción, la ministra de Justicia, Michèle Alliot-Marie, anunció que quería inscribir la castración química para los delincuentes sexuales en la ley. Diez días después, silencio.

Y es que, entre medias, se ha colado la polémica sobre la sospecha de pedofilia y apología de turismo sexual de Frédéric Mitterrand. Las familias francesas terminaron cenando el jueves frente a su ministro de Cultura explicando sus gustos homosexuales y admitiendo un error al haber descrito de forma lasciva sus experiencias en un prostíbulo de jóvenes estudiantes en Tailandia. Dijo en el informativo de más audiencia que reconocía el error, pero no el crimen y ni siquiera la falta. Y condenó todo tipo de pedofilia y de apología de turismo sexual asegurando que los hombres con los que se había relacionado eran prácticamente de su edad.

Entre tanto, ya nadie se acuerda de que la semana pasada sólo se hablaba de imponer la castración química, ni de que en poco más de dos años, desde que Sarkozy es presidente, se han aprobado tres proyectos de ley destinados a la prevención de delitos sexuales claramente ineficaces porque difíciles de aplicar a falta de medios y personal. 

En cuanto a la polémica sobre Frédéric Mitterrand, no va a quedar en este  mea culpa público. Ya hay quien ha aprovechado la ola para recordar que en el mes de marzo se prestó como testigo de moralidad para defender a dos menores acusados de haber violado a una chica de 16 años. Y eso todavía puede pasar, pero que haya hecho uso de papel oficial de la Villa Médicis, que entonces estaba dirigiendo, y que se comprometiera en tanto que director de la Academia de Francia en Roma a facilitarles un trabajo de reinserción, es otro cantar. Los franceses difícilmente perdonan el despotismo de sus dirigentes.

 
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